Editorial

::: EL SILENCIO DE LA INCAPACIDAD :::

Para el ejercicio anual 2021, la municipalidad del distrito de Aquia, provincia de Bolognesi, ha recibido en sus cuentas bancarias un presupuesto de 3 millones 405 mil 205 soles destinado para la ejecución de obras de infraestructura y desarrollo urbano. Sin embargo hasta el día 5 del presente mes,  cuando falta menos de sesenta días para que culmine el año calendario, la municipalidad de Aquia  ha ejecutado únicamente 1 millón 397 mil 199 soles.

Eso quiere decir que las autoridades y los funcionarios de esta comuna distrital han utilizado tan solo el 45.40% de todo el presupuesto que han tenido en sus manos. Ni siquiera la mitad. En términos de gestión pública, eso se llama incapacidad de gasto e inversión.

Lo más triste de todo esto es que esta falta de capacidad ya no es ninguna novedad. Durante el año 2020 la municipalidad de Aquia también ejecutó apenas el 48% de su presupuesto lo que significa que esta limitación ya no es una eventualidad  sino más bien una constante. Y no solo en Aquia.

Un informe del Portal Transparencia que tiene como fuente el Ministerio de Economía y Finanzas da cuenta que sin excepción todas las municipalidades provinciales y distritales de la región Ancash adolecen de este mal. De ahí que las comunidades campesinas que se ubican en las zonas adyacentes a la actividad minera y que supuestamente deberían recibir una mejor atención, paradójicamente resultan ser las más perjudicadas.

En estas zonas alto andinas, la población todavía padece en gran medida el azote del hambre, la desnutrición crónica, el analfabetismo y la calamitosa falta de servicios básicos de salud y educación. Desde que comenzó la pandemia, en estos lugares no se han implementado postas de salud y miles de niños aún no tienen acceso a sus clases virtuales por la falta de señal. Ahí todavía se vive en otra época.

Pero como se puede ver, los grandes perjudicados por esta clamorosa falta de capacidad no son las autoridades ni los funcionarios municipales. Son los pobladores de las comunidades campesinas quienes  arrastran una pesada carga de insatisfacción  y descontento. Y no es uno, ni son dos los periodos de gestión que las municipalidades de la región Ancash dejan de ejecutar más de la mitad de su presupuesto de inversión. Son décadas de abandono y frustración.

Eh ahí el caldo de cultivo del que se aprovechan algunos activistas para generar desmanes y achacarle a la actividad minera la culpa de todos los males que padece el país, como acaba de suceder en Aquia, Huari y otras zonas mineras de la región.

Hace dos días se ha instalado en este lugar una mesa de diálogo para buscar una solución a este problema ancestral, en la que participan representantes del gobierno central, de las comunidades campesinas y de la sociedad civil.  Pero, por  absurdo que parezca, en ningún momento las municipalidades aparecen como parte comprometida. El silencio que éstas prefieren guardar, es el silencio de la incapacidad.