Los vecinos de la intersección formada por la avenida Pardo y el jirón Santa Cruz han pegado el grito al cielo y razón no les falta. De un tiempo a esta parte un numeroso grupo de vendedores ambulantes de comida han convertido las veredas y jardines de esa transitada zona urbana en una verdadera feria gastronómica y, según han declarado a este medio, lo hacen con el beneplácito de los propios inspectores de la Municipalidad Provincial del Santa.
Como es de suponer, al término de cada jornada todo este lugar queda convertido en un inmenso muladar lleno de restos de comida, cáscaras de fruta y otros desperdicios, que además de despedir un olor nauseabundo, causan más de una molestia a todo el vecindario.
Si existe un mal que virtualmente se ha apoderado de las calles de Chimbote, ese mal es el comercio informal. Y no hablamos solamente del comercio ambulatorio, que dicho sea de paso se mantiene en franco crecimiento, sino también del llamado comercio formal. Tal como están las cosas, da la impresión que esta situación ha superado largamente la capacidad de la autoridad municipal y, por añadidura, la capacidad de tolerancia de la ciudadanía.
En pleno centro de la ciudad se puede ver que las tiendas comerciales colocan algunas vitrinas y parte de su mercadería en plena vía pública, sin que nadie se lo prohíba. Lo mismo sucede con los restaurantes que colocan los carteles del menú en pleno centro de la vereda, sin importarles en absoluto el peligro que esto representa para el tránsito peatonal.
Igual de intolerante es la actitud asumida por los propietarios de las ferreterías y centros comerciales de mayólicas y sanitarios que funcionan en las cuadras 7 y 8 del jirón Manuel Ruiz. Éstos no tienen el menor reparo en colocar sanitarios, bolsas de cemento, planchas de eternit y tubos de plástico en plena vereda, llegando al extremo de incluir en esta “vitrina de exhibición” enormes montículos de arena y agregados.
Ni qué decir de los comerciantes de muebles que ocupan la cuadra 6 de la avenida José Gálvez, quienes también colocan mesas y sillas que ocupan toda la vereda, obligando a los transeúntes a caminar en plena pista.
Este modus operandi no es nuevo. Viene de mucho tiempo atrás y la causa principal no es otra que la falta de autoridad municipal. Por algo se dice que el ojo del amo engorda al caballo. Haciendo un poco de memoria, recordamos que a comienzo de la década de los 80 un alcalde provincial tuvo el desparpajo de autorizar a un compadre suyo a construir con ladrillo y cemento su puesto de librería en la esquina de los jirones Ruiz y Leoncio Prado ¡en plena vía pública!. El pretexto fue que, de no ser así, Hidrandina no podía colocar el medidor de luz. ¿Desde cuándo un vendedor ambulante puede instalar un medidor de luz en la calle?. Otro alcalde provincial tampoco tuvo mejor idea que proponer a los comerciantes de Los Ferroles regresar a las calles circundantes del mercado modelo, a ver si así aumentaban sus ventas.
Como se puede ver, ha sido y continúa siendo la falta de autoridad municipal el principal incentivo para que el comercio informal se apodere de las calles de Chimbote. Lo que sucede en la intersección de la avenida Pardo con el jirón Santa Cruz, no es un hecho aislado. Es parte de toda esta historia.