Editorial

POLICÍAS DE PELÍCULA

Lo que vamos a comentar a continuación es algo que en realidad ya no llama la atención. Después de todo, es algo que lastimosamente ahora se ha convertido en pan de cada día. La madrugada del miércoles 1° de diciembre dos suboficiales de la Policía Nacional destacados en la comisaría de Chuquicara, detuvieron a un empresario minero sobre quien pesa una requisitoria por el delito de usurpación. En el argot policial, esto equivale a sacarse la lotería.

Según la declaración  que posteriormente el empresario proporcionó al fiscal encargado de la intervención, los efectivos policiales  no lo condujeron a ninguna comisaría ni tampoco dieron cuenta de lo ocurrido al Poder Judicial, como era su obligación. Lo que hicieron fue subirlo a un vehículo particular donde lo despojaron de 2 mil soles que llevaba consigo en ese momento y, no satisfechos con eso, le exigieron la entrega de otros 5 mil, a cambio de dejarlo en libertad.

Luego de comunicarse telefónicamente con los familiares del empresario y utilizando las mismas prácticas de los más avezados delincuentes, los policías les indicaron que la entrega del dinero en efectivo debería efectuarse lo antes posible en las inmediaciones del túnel de Coishco. Como es de suponer, los familiares no solamente grabaron las conversaciones sino también dieron cuenta de lo sucedido a la propia Policía Nacional y a la Fiscalía Anticorrupción.

Pero es aquí cuando esa complicidad llamada espíritu de cuerpo que impera al interior de la policía, entró a tallar. Alertados de que se estaba armando una celada para capturarlos en plena flagrancia, los malos policías optaron por deshacerse del bulto y trataron de llevar al detenido a la carceleta del Poder Judicial. Para mala suerte de ellos, lo hicieron  en el horario inadecuado de 2.30 de la madrugada, siendo intervenidos en la intersección del jirón San Pedro y la avenida Pardo.

Pero tan pronto como trascendió el escándalo y mientras se mantuvo en manos de sus captores, el empresario minero fue conminado para que cambie ante el fiscal su versión original respecto a lo sucedido.  Como bien sabemos, ese cambio de versión es el sueño dorado de todo procesado, ya que de eso depende que toda la investigación se venga abajo y por consiguiente el caso sea archivado.

Por lo demás, desde la hora en que los dos sub oficiales fueron intervenidos in fraganti, el fiscal encargado de la investigación sabía perfectamente que disponía de 48 horas para presentar su acusación, con lo cual el juez iba a ordenar la prisión preventiva de ambos policías. Pero no lo hizo.

Recién después de 50 minutos de transcurrido el plazo legal, la acusación fiscal llegó a las oficinas del Poder Judicial, “tardanza” que fue suficiente para que el juez de la causa admitiera el recurso de amparo presentado por el abogado de los policías y ordenara su inmediata libertad. Para otra vez será.

Por otro lado, el jueves de la semana pasada otros dos policías, implicados en el sonado asalto a mano armada perpetrado con el centro comercial Kallka, recibieron orden de prisión preventiva, pero ésta no podrá hacerse efectiva porque que ambos angelitos hace rato se encuentran en la clandestinidad.

Estos dos hechos,  de los tantos que ocurren en nuestra jurisdicción, bien podrían servir de argumento para una película de ficción. Solo en el cine pueden ocurrir cosas como éstas. Lo que nos lleva a pensar que aquello de “hoy por ti, mañana por mí” es un compadrazgo que existe no solamente al interior de la policía, sino también entre ésta y otras instituciones del estado encargadas, supuestamente, de administrar justicia.

Tras todo esto, lo único que queda es preguntarnos ¿es así  como se quiere luchar contra la delincuencia y la corrupción?.