Editorial

CUANDO EL RÍO SUENA…

Los agricultores de la cuenca del Santa, igual que sus pares de otras zonas del país, no necesitan de mayores elementos de juicio que no sea su propia experiencia, para pronosticar con el mayor acierto el estado del tiempo. Desde hace unas semanas éstos han anunciado a través de noticias aparecidas en este medio, que este año la temporada de lluvias se estaba adelantando. Y no se equivocaron. Las lluvias ya se han hecho presente.

Con un comportamiento climático, declaradamente cambiante y más de las veces imprevisible, el periodo de lluvias en la cuenca del Santa, en efecto, suele estar sujeto a retrasos y adelantos inesperados. Pero eso no tiene porque sorprendernos, ni  mucho menos ser motivo de alarmismo, salvo que no se adopten a su debido tiempo las precauciones que la situación amerita.

En todo caso, esta contingencia debería ser tomada cada vez con mayor anticipación por el comité regional de Defensa Civil y los organismos que lo integran, a objeto de evitar, como dice el refrán, que la sangre llegue al río.

El DIARIO DE CHIMBOTE dio cuenta de la situación de alerta que está viviendo en este momento la ciudad de Huaraz como consecuencia del  notable incremento que viene experimentando el caudal del río Quilcay,  hecho que ha dado lugar a una justificada  preocupación por parte de la población.

Como hemos informado, ayer mismo las autoridades de esa ciudad se han reunido para evaluar la situación y adoptar de inmediato las medidas que sean necesarias. Como se sabe, el rio Quilcay recoge los deshielos de la cordillera Blanca y es uno de los principales tributarios del río Santa. Sus aguas atraviesan el centro de la ciudad de Huaraz y, como se recuerda, en más de una oportunidad han provocado descomunales avalanchas de piedra y hielo, con saldos muy dolorosos que son de ingrata recordación.

Entre tanto, tal y conforme lo anunciaron hace unas semanas los agricultores del valle, el caudal del  río Santa también ha empezado a incrementarse a niveles inquietantes, no descartándose que lo mismo pueda suceder en los próximos días con el caudal de los ríos Lacramarca y Nepeña.

Y como bien sabemos, cada vez que los ríos incrementan su caudal, las aguas no vienen solas. En su alocada carrera devoran las laderas de los cerros arrastrando lodo, piedra y palizadas que luego bloquean diques y bocatomas, poniendo en serio peligro la infraestructura de riego.

Cada vez que las aguas se desbordan y se ponen fuera de control, como siempre son los agricultores quienes pagan las peores consecuencias con la destrucción de sus sembríos. No es justo que todo un año de inversión y sacrificio se vayan al agua.

Por lo demás, los puntos críticos que presentan los ríos Santa, Lacramarca y Nepeña son ampliamente conocidos y aparecen, con fotografías incluidas, en más de un informe técnico. De manera que es ahí, en estos lugares, donde los organismos de Defensa Civil tienen  que centralizar su actividad, concretamente reforzando las defensas ribereñas. Lo que, creemos, no es mucho pedir.

Los ríos ya están sonando y todos sabemos lo que significa ese sonido. Las palabras ya están demás. Lo que falta es ponerse a trabajar para evitar que la historia se repita.