Por: Víctor Andrés Ponce (*)
Las declaraciones de la señora Karelim López en el sentido de que existiría un sistema de corrupción que vincula a ministerios, congresistas y al propio jefe de Estado –si bien necesitan corroborarse–, reactivan el debate sobre la urgencia de procesar una nueva vacancia presidencial. Sin embargo, en estos momentos de extrema polarización, es necesario alertar sobre el imperativo de actuar –en cualquier sentido– bajo el mandato de la Constitución Política del Perú.
¿Por qué planteamos semejante alerta? Porque las salidas extremas a una crisis general del sistema republicano solo construyen un momento político e institucional superior cuando se ciñen estrictamente a los procedimientos constitucionales establecidos en la Carta Política. En la historia constitucional de las grandes repúblicas –llámese Estados Unidos o Reino Unido– así ha sucedido y se ha convertido en una regularidad.
El Perú es un claro ejemplo de lo contrario. Por ejemplo, el referendo convocado por la pasada administración Vizcarra, en la práctica, creó un régimen plebiscitario en que el Presidente amenazaba con el cierre del Congreso –en base a la popularidad del Ejecutivo– en caso de que no se no aprobaran las reformas constitucionales propuestas por el Gobierno.
No obstante que la Constitución reservaba la reforma constitucional al Congreso y excluía de ese proceso al Ejecutivo, el ex presidente Vizcarra se convirtió en un caudillo que amenazaba a las instituciones en base a una popularidad circunstancial. A partir de allí todo fue cuesta abajo. El cierre inconstitucional del Congreso –un virtual golpe de Estado– fue el colofón de esa democracia plebiscitaria. Se invocó el absurdo de “la negación fáctica de confianza” –que no existe en la Constitución– y el Ejecutivo procedió a cerrar el Legislativo.
El proceso de destrucción institucional que desarrolló la administración Vizcarra, inevitablemente, tenía que terminar en el deterioro político, institucional y económico que conocemos, y la elección del presidente Castillo. Como se aprecia, en temas constitucionales todo lo que empieza mal termina peor.
De allí la enorme trascendencia de seguir estrictamente los preceptos constitucionales establecidos en la Carta Política para tramitar el impasse al que ha entrado el actual sistema republicano, porque el presidente de la República parece sufrir de incapacidad moral permanente para ejercer el cargo.
Preservar las instituciones y los procedimientos establecidos en la Constitución de 1993 y que, más allá de avances y retrasos, han regido en las últimas tres décadas y han construido en un ecosistema institucional, es de vida o muerte para preservar las libertades. Para superar todas las deficiencias institucionales (por ejemplo, la falta de un Senado) de la actual Carta Política,no hay otro camino que aplicar todos los procedimientos establecidos en el texto constitucional para la reforma total o parcial de la Constitución. Ya sabemos que imaginar un universo perfecto y justiciero a través de una asamblea constituyente solo llevaría a una noche negra de totalitarismo para el país.
En ese mismo sentido, vale señalar que la salvación del sistema republicano, através del relevo del actual jefe de Estado, de ninguna manera, debe buscar el atajo institucional. De lo contrario, se podría crear un escenario favorable para los enemigos de las libertades.
A la sombra de la actual Constitución se han desarrollado cinco elecciones nacionales sin interrupciones. Una continuidad inédita en la historia republicana, considerando que los más de 32 millones de peruanos ejercieron el sufragio.
Igualmente, bajo el actual marco constitucional, todos los peruanos pudieron acceder a derechos de propiedad y contratos –pese a la extendida informalidad– y el PBI se multiplicó por tres y la pobreza se redujo del 60% de la población a solo 20% (hasta antes de la pandemia). Nunca antes hubo tanta reducción de pobreza ni tanta inclusión, a pesar de los relatos comunistas y progresistas.
Por todas estas consideraciones es necesario subrayar que para convertir la actual tragedia en una oportunidad para la República: todo con la Constitución, nada sin ella.
(*) Director de El Montonero
(www.elmontonero.pe)