De todo hay en nuestra policía:
Solo por parecerse físicamente a una persona con orden de captura, el estudiante universitario Cristian Leonardo Álvarez Tueros vivió durante 24 horas la experiencia más tormentosa e injusta de su vida, irónicamente a manos de dos miembros de la policía de apoyo a la justicia. Esto ocurrió el jueves de la semana pasada en un céntrico lugar del distrito de Nuevo Chimbote y todo habría pasado por desapercibido si no fuera por la connotación que, a nuestro parecer, encierra este lamentable acontecimiento.
En vez de procederse a una elemental verificación de su identidad personal, el joven universitario, quien es además trabajador de Siderperú, no solamente fue objeto de una sorpresiva y salvaje golpiza, como si fuera un vulgar delincuente. En una actitud cobarde y propia de la peor bajeza, los policías agresores han acudido a un falso testimonio para tratar de justificar su garrafal error y han denunciado a Cristian Leonardo por supuestamente haber resistido a la autoridad. Se equivocan si creen que el ataque es la mejor defensa. Pues en razón de este execrable abuso de autoridad, Cristian ha tenido que pasar veinte horas en calidad de detenido en uno de los calabozos de la comisaría de Buenos Aires. ¿De qué autoridad se puede hablar ante semejante aberración?
Este inaceptable exceso, cometido por los policías César Campos Noriega y Oscar Ulloa Chuquimango, ha vuelto a poner en el tapete un tema que tiene que ver con el comportamiento individual de algunos efectivos policiales, el mismo que a la larga termina comprometiendo el honor y el buen nombre de la institución. Hechos de esta calaña socaban la confianza institucional y confirman que, así como existen héroes, al interior de la Policía Nacional también existen villanos. Una triste pero innegable realidad.
El reglamento interno de la Policía Nacional del Perú, contiene reglas elementales muy precisas y de fiel cumplimiento para cuando se producen intervenciones de esta naturaleza. Lo primero que el policía tiene que hacer es identificarse, con mayor razón si se tiene en cuenta que los policías que golpearon a Cristian Leonardo se hallaban vestidos de civil. Luego se solicita al intervenido la presentación de su respectivo documento de identidad a fin de verificar si efectivamente se trata de la persona requerida por la justicia. Después de esta verificación, recién se muestra al intervenido la orden judicial, ya sea de arresto o comparecencia según sea el caso. Solamente así las intervenciones llevarse a cabo libres de cualquier error o abuso de autoridad.
Nada de eso sin embargo ocurrió durante la intervención del joven universitario. Sin mediar ninguna explicación, sus agresores lo cogieron del cuello, amenazando con asfixiarlo. Como es lógico, ante un ataque de estas características lo primero que cualquier persona hace por instinto es oponer resistencia o tratar de escapar. Eso fue justamente lo que en su desesperación trató de hacer Cristian Leonardo, pero terminó siendo enmarrocado y conducido a la fuerza a la Comisaría de Buenos Aires. ¿Por qué entonces una vez que la policía se verificó su identidad y se supo la verdad de los hechos, no se ordenó la inmediata libertad de Cristian?. ¿En mérito a qué y por orden de quién tuvo que pasar veinte horas detenido?.
Han transcurrido cuatro días des que se produjo este exceso sin que hasta el momento ningún jefe policial se haya tomado la molestia de brindar las explicaciones que el caso reclama. Es como si la dignidad de una persona no tuviera la menor importancia para la Policía Nacional del Perú. ¿Cuántos otros Cristian serán víctimas de los villanos que existen en esta institución, sin que nadie haga algo por evitarlo?.