Los días 25 de agosto, 07 de septiembre y 12 de noviembre del año pasado, vale decir tres ocasiones en menos de tres meses, la Municipalidad Provincial del Santa sufrió el robo sistemático de la geomalla colocada en el botadero de basura Pampa La Carbonera, cuya finalidad es facilitar el tratamiento correcto de los residuos sólidos que diariamente se depositan en dicho lugar.
A pesar que este escandaloso suceso se ha mantenido oculto ya que jamás fue dado a conocer por la comuna, ha sido la Contraloría General de la República a través de un reciente informe oficial quien se ha encargado de sacarlo a la luz. De no existir una denuncia formal de la comuna provincial como parte agraviada, es de esperar que la fiscalía correspondiente lo haga de oficio.
De acuerdo con informado por el órgano de control, en su momento la Sub Gerencia de Limpieza Pública dio cuenta de estas sustracciones a las instancias superiores de la comuna provincial y lo hizo mediante los informes 549, 584 y 847, respectivamente. Pero, según ha trascendido, en ningún momento las autoridades municipales han hecho la respectiva denuncia ante las autoridades correspondientes. ¿Existe algo qué ocultar?.
Por lo demás, un robo de esa magnitud, que en el colmo de la osadía se ha perpetrado “por etapas”, de ninguna manera puede pasar por desapercibido, salvo que los vigilantes y el personal que labora en la comuna provincial estén dedicados a otra cosa menos a cuidar los bienes de la institución para la que trabajan.
Según los expertos en la materia, extraer la geomalla requiere realizar un gran movimiento de tierra con el empleo de herramientas y vehículos, lo que es imposible llevar a cabo sin despertar más de una sospecha. Semejante operación tampoco podría estar a cargo de una sola persona ni de dos, sino de cinco o más. Sería tanto así como robarle los huevos al águila o en su defecto entregar las llaves de la casa al ladrón.
Sin embargo, esta insólita y extraña desaparición de bienes municipales no es ninguna novedad ni tampoco es un hecho aislado. Hasta este momento, por ejemplo, nadie da razón a dónde han ido a parar la reja de fierro de más de 800 metros de longitud y los finos acabados de mármol que fueron retirados del bulevar Isla Blanca para reemplazarlos por cemento.
Tampoco se sabe dónde están los motores y otras piezas valiosas de los vehículos declarados en desuso, entre ellos los ómnibus de Muni Salud, que fueron retirados del taller municipal y ahora están que se caen por pedazos en el mercado Tres Estrellas.
Por la salud moral de la municipalidad provincial del Santa, de las autoridades que la representan y de las personas que ahí laboran, pensamos que todas estas cosas deben ser motivo de una necesaria, valiente y esclarecedora explicación. El que no la debe, no la teme.
No puede ser posible que hechos de esta naturaleza queden en el aire y sin resolverse, alimentando innecesariamente rumores y suspicacias que nada bien le hacen a la gestión municipal. La ciudadanía ya está hastiada de presenciar espectáculos bochornosos, entre ellos el robo de la geomalla, que afectan a nivel nacional la imagen de Chimbote. Lástima que aún así, muchos quisieran tapar el sol con un dedo y echarle tierra al asunto; pero es algo que ya no se puede seguir soportando.