Por: Víctor Andrés Ponce (*)
El Congreso sorprendió a tirios y troyanos eligiendo a los seis magistrados del Tribunal Constitucional (TC) mediante un proceso de selección impecable y una votación abrumadora. Igualmente, unos días atrás había archivado el proyecto de asamblea constituyente del Ejecutivo, y también había sancionado una norma que precisaba la cuestión de confianza y el desarrollo de los referendos para las reforma parcial o total de la Constitución. En el caso de las últimas dos normas se puso a recaudo todas las funciones exclusivas y excluyentes que reserva la Constitución para el Legislativo, con el objeto de evitar cualquier zarpazo autoritario.
Sin embargo, algunos sectores de izquierda, que luego de haber perdido posiciones en el Gobierno de Castillo se radicalizaron exigiendo la vacancia, comenzaron, como se dice, a cargarle las tintas al Congreso. Semejante reacción merece un análisis detenido.
Es innegable que todos tenemos críticas severas a la conducta del actual Congreso. Desde este portal hemos levantado la voz en contra de las normas populistas aprobadas por el Congreso, tales como los nuevos retiros de las AFP, que ponen en peligro el sistema privado de pensiones y fortalecen el sistema estatal, y leyes como la de la devolución de los aportes del Fonavi, un dinero que no existe en las arcas del Estado. En el Legislativo entonces hay competencia populista con el Ejecutivo y una evidente falta de firmeza en la fiscalización del Gobierno.
No obstante, más allá de cualquier crítica, vale recordar que frente a la destrucción nacional que desata el gobierno de Pedro Castillo, Perú Libre y el Movadef, la única posibilidad de defender la Constitución y las libertades, y organizar una transición política de la actual tragedia nacional, pasa por el Congreso. No hay otra manera de preservar la Constitución y superar al gobierno con mayor incapacidad de nuestra historia republicana y, además, imbuido de un doctrinarismo comunista universitario de los años setenta.
Si existe una alternativa para organizar una salida política democrática sin el Congreso alguien debería decirlo. Finalmente, si hoy sigue vigente la Constitución y podemos seguir considerándonos una república es por la continuidad de un Legislativo que ha sabido poner frenos directos a los arrestos autoritarios del Ejecutivo.
Más allá de sus bajos niveles de aprobación y la sumatoria de todas las imputaciones, el Congreso es la primera asamblea plural de la República que evita que el Perú caiga en una noche larga y autoritaria bajo las fauces del Foro de Sao Paulo y las corrientes colectivistas y comunistas.
Por esta razón, es imperativo que todos los sectores que se propongan hacer buena política –es decir, política regida por virtudes más allá de intereses propios o particulares–, sumen esfuerzos para convencer a las bancadas de formar una mayoría que produzca la vacancia del Ejecutivo y organice una salida del desastre nacional, luego de tres décadas de relatos progresistas que, de una u otra manera, organizaron la llegada de Castillo y del comunismo al poder.
Algunos señalan que los congresistas sostienen que la vacancia del Ejecutivo no debería significar la vacancia del Congreso. Hay cierta legitimidad y racionalidad en esa postura. Finalmente, Castillo y Perú Libre son los destructores del país y el Congreso se encargará de organizar una salida. Si el Legislativo nos salva de la tragedia y el desastre, ¿por qué extraña razón deberían irse los salvadores?
En cualquier caso, la transición es un rompecabezas para armar. Si se gesta una gran convergencia en el Congreso, en este proceso se debería designar a los potenciales líderes de la transición para renovar la próxima junta directiva del Legislativo. Semejante acuerdo debería considerar un gabinete de unidad nacional y reformas constitucionales, tales como la creación del Senado y la eliminación de la prohibición de la reelección de congresistas. Planteada las cosas así, se produciría la vacancia del Ejecutivo y en el plazo de un año se convocaría a elecciones generales para un nuevo Ejecutivo y el Senado. Y el actual Congreso podría completar su periodo funcionando como cámara de diputados del sistema bicameral.
Una vez más hay que decirlo. El arte de la política es convertir lo imposible en posible.
(*) Director de El Montonero (www.elmontonero.pe)