Modesto Montoya:
Más allá de una misión de carácter oficial, es posible que la visita a Chimbote del ministro del Ambiente, Modesto Montoya Zavaleta, tenga en el fondo una connotación mucho mayor. A lo largo de toda su infancia y adolescencia, él ha vivido y se ha formado en esta ciudad. Por consiguiente, y tal como ha sucedido en otras tantas ocasiones, su reciente visita a Chimbote podría ser un reencuentro con su ambiente.
Es en razón a esta particular circunstancia que, el hecho de visitar Chimbote por primera vez como miembro del gabinete ministerial, no significa que el ministro Montoya recién se dé por enterado de los graves problemas, sobre todo ambientales, que abruman a esta ciudad. Esos problemas él no solamente los conoce al derecho y al revés. También los ha vivido en carne propia.
Como muchos de sus amigos y condiscípulos, Modesto Montoya ha sido testigo presencial de cómo la hermosa playa de la que disfrutó la población de Chimbote hasta los años 1960, de pronto se convirtió en lo que es actualmente: un inmundo receptáculo de desagües industriales y domésticos.
Por todo lo que representa para la salud ambiental de esta parte del mundo, el caso de la bahía de Chimbote está considerado como una de las tragedias más dañinas y perniciosas ocasionadas por la mano del hombre. Aún así, lo más grave del asunto es que, salvo uno que otro discreto intento, hasta este momento en la práctica no se ha hecho nada revertir el impacto de este daño.
Para tener una idea de la magnitud de esta tragedia, los estudios y análisis que han realizado especialistas nacionales e internacionales en materia medioambiental, han arribado a una reveladora y escalofriante conclusión: así se elimine todo el fango putrefacto acumulado en el fondo de la bahía durante más de sesenta años, se tendría que esperar por lo menos 100 años más para que las aguas del mar recuperen la limpieza y pureza de otros tiempos.
Pero tanto las causas como los efectos de esta tragedia ambiental, a estas alturas ya son de amplio dominio público y aparentemente no requieren de mayor explicación. Desde hace más de treinta años, el deseo de llevar a cabo la descontaminación de la bahía de Chimbote ha dado lugar a numerosos estudios de carácter científico. A su vez éstos han conllevado a la elaboración de voluminosos informes y finalmente se han planteado numerosas propuestas. Es más, hace veinte años el gobierno central formó una comisión de alto nivel, presidida por el biólogo chimbotano Julio Gonzales Fernández, que se encargó de consolidar en un solo documento todos estos estudios, informes y propuestas.
Desde entonces, como sucede a menudo en nuestra administración pública, todos esos documentos deben estar empolvándose en los anaqueles y en los discos duros de alguna repartición estatal, lo que nos da una idea de la importancia real que tiene para el gobierno central el problema del medio ambiente, vale decir más allá de todo discurso, ofrecimiento y pose para foto.
Es posible que toda la información que el ministro Montoya acaba de solicitar a los funcionarios locales del Organismo de Evaluación y Fiscalización Ambiental, OEFA, puede estar ahí, contenida en esa voluminosa documentación, a la espera de una decisión del más alto nivel que permita desempolvarla y reactualizarla.
Recuperar la bahía de Chimbote, como el ministro Montoya muy bien lo sabe, es una deuda que el gobierno central mantiene con esta ciudad. Hacerla efectiva dependerá de la voluntad política que, como parte del gobierno, ahora él también tiene en sus manos.