Opinión

EXONERACIÓN DEL IGV A LOS ALIMENTOS BÁSICOS

Por: CPC SERGIO AGURTO FERNANDEZ

La hambruna es un fenómeno, que, por fortuna, siempre estuvo ausente de nuestra realidad, pero nos imaginamos de lo terrible que debe ser, pasar las noches en vela con el estómago vacío, y sentir el alboroto de la flora y fauna intestinal; imposible de callarlos solo con oraciones, si no hay de por medio un pan sobre la mesa.

La hambruna es una amenaza global que ronda el horizonte alimentario del Perú y del mundo, y la decisión del gobierno de exonerar del IGV a algunos alimentos básicos, es una medida acertada, pero solo es un ingrediente compensatorio a la subida de los precios, siendo un paliativo que no resuelve el problema de fondo:  el auto abastecimiento de insumos agrícolas como los fertilizantes (Urea), tal como lo hacen nuestros vecinos, que hasta se dan el lujo de exportar sus excedentes ¿Y nosotros?, como siempre no dejaremos de ser los eternos importadores.

El gobierno asumiendo competencia sobre el tema, ha promulgado la Ley Nº 31452, que exonera del IGV a los alimentos de la canasta básica familiar hasta el 31-07-2022, como son: “el pollo, huevos frescos de gallina, azúcar, pasta alimenticia y el pan”, con la intención de detener el alza de los precios. En todo este periodo de exoneración, quienes acostumbramos hacer compras en el mercado, comprobamos que la dinámica de los precios sigue su rutina, sin ningún efecto positivo. Entonces tenemos que pensar que algo no está funcionando.

Como sabemos, el IGV es un impuesto indirecto que grava a todas las transacciones comerciales de bienes y servicios. Es un impuesto universal que todos los países lo aplican, en unos se llama “impuesto al valor agregado” –IVA-, en otros “impuesto a las transacciones comerciales” –ITC-, etc., pero que es una importante fuente generadora de recursos que un país lo necesita. El IGV es un impuesto que se traslada en “cascada” hasta el consumidor final, quien es el que en definitiva para el impuesto y no el empresario; empieza por el fabricante, pasando por el mayorista y el minorista; en cada una de estas instancias se inyecta al producto un valor agregado, que está conformado por los gastos administrativos del negocio y un porcentaje de utilidad; cuantas más instancias intervengan en la comercialización de un producto, el precio final se irá elevando.

Dicho esto y según nuestro punto de vista, aquí hubo un error de apreciación del legislador, respecto a la dinámica del impuesto, para que el IGV fluya con normalidad y sin obstáculo; cualquier rebaja o exoneración, se tiene que dar en su etapa inicial, o sea desde el nivel de fabricante y no en su etapa final (Minorista), para que no haya un desequilibrio entre las compras y las ventas y en el pago del impuesto, por efecto de la disposición legal, y también para que no se cree un “cuello de botella” respecto al crédito fiscal. Esto quiere decir que la tasa o exoneración, tiene que ser la misma en todas las instancias o niveles de comercialización (Fabricante, mayorista o minorista), porque si la exoneración se da solo a nivel de minorista para la venta al consumidor final, no va a funcionar, porque los comerciantes van a preferir agotar todo su crédito fiscal, por lo tanto la exoneración no se va a sentir, tal como ahora viene ocurriendo; de no ser así, se producirá un embalsamiento innecesario de este concepto en perjuicio del comerciante. Porque si el minorista paga a su proveedor el 18% de IGV, es lógico que igual tasa y no menos, tiene que cobrar al consumidor final.

La tasa actual es el l6% más el 2% del Impuesto de Promoción Municipal, totaliza el 18%. Esta tasa paga el fabricante a sus proveedores de insumos (Crédito fiscal) y los recupera cuando hace una venta al mayorista, y, haciendo una simple operación aritmética (IGV cobrado al cliente, menos IGV pagado al proveedor), se podrá determinar el IGV que le corresponde pagar en el mes. De igual modo procederán los mayoristas y minoristas.

Si para graficar el tema utilizamos algunos supuestos, uniformes para todos, tendremos que el costo de un producto elaborado llega a S/. 1,000, más el IGV 18% y un 30% de gastos y utilidad, el precio de venta a nivel de fabricante será de S/. 1,534; a nivel de mayorista será S/. 1,994; y a nivel de minorista será S/. 2,592; o sea, los S/. 1,000 iniciales, en su tránsito hacia el consumidor final, sufrirá una sobrecarga de S/. 1,197 en gastos y utilidad y S/. 395 en IGV.

Frente a todo esto el hecho concreto es que la calidad de vida se viene deteriorando, sin que nadie lo pueda detener, y por este efecto hay una degradación de la escala social, seguramente con un “eslabón” de retroceso, por ejemplo, gente de la clase media de ayer, ahora seguramente que estará al borde de la pobreza, y ésta al borde de la pobreza extrema.

En esta situación así de complicada, van apareciendo fenómenos económicos, como que se nota una aceleración de la inflación, coexistiendo con elevados niveles de desempleo, todos lo notamos, a esto los economistas llaman “estanflación” y que en verdad nos tiene que preocupar sobremanera y también al Estado.

Para llegar a estos extremos, hay la concurrencia de elementos nocivos, como la pandemia del coronavirus, que ha generado la pérdida de miles de puestos de trabajo; el cierre o quiebra de pequeñas y medianas empresas; la precarización de la economía con la elevación del costo de vida; la inestabilidad política que pone en riesgo la gobernabilidad; la negación de una asamblea constituyente pero que en la práctica han convertido al Palacio Legislativo en una suerte de  “congreso constituyente”  por la acelerada reforma parcial de la carta magna, entre ellas el retorno de la “bicameralidad”, la terquedad para lograr la vacancia presidencial y de “yapa” la interpelación y censura de ministros; la reelección inmediata e indefinida de los congresistas, gobernadores y alcaldes, con la malsana intención de perpetuarse en el poder; a esto los entendidos lo llaman “reforma exprés”, porque estas “reformas” están orientadas a beneficiar a los mismos congresistas. Y como si esto no fuera suficiente, tenemos la invasión rusa a Ucrania, que impide la llegada al mundo de los cereales y fertilizantes que ellos producen masivamente, así como el gas y el petróleo a Europa. Con tanta desgracia juntas, pocos serán los países que logren salir airosos de este terrible temporal.

El problema de la guerra es lógico que habrá de tener consecuencias para el mundo, y en el Perú ya se sienten sus efectos negativos, empezando por la escases de los fertilizantes con la triplicación de los precios, significando el retraso de la campaña agrícola, con menos áreas de cultivo por su elevado costo de producción por hectárea y la imposibilidad de acceder a las fuentes de financiamiento, por parte de la pequeña y mediana agricultura; elementos negativos que complotan contra ellos que son los que proveen de alimento a los mercados.

Algo tenemos que hacer para sacudirnos de este lastre y poder encaminarnos por la dirección correcta. Por ejemplo, asimilando la experiencia de los países del sud este asiático, que en la segunda mitad del siglo pasado, dejaron atrás al pelotón de los países subdesarrollados al que pertenecían, sobre la base de la educación, rigurosa disciplina, honestidad y trabajo. Y esto que la “diosa fortuna” no fue generosa con ellos, porque no les dotó de los recursos naturales que necesitaban para alcanzar el ansiado desarrollo.

La mejor respuesta a esta situación de crisis, la debemos de dar quienes hemos tenido la suerte de nacer en esta tierra bendita, brindándole a la patria nuestros mejores esfuerzos y la grandeza de nuestro intelecto, desde la trinchera en que nos encontremos, que nuestros descendientes nos lo van agradecer.

(*) CPC 06-340/ CELULAR: 922492395 / 910465099/ E-MAIL: seragur01@hotmail.com