Opinión

¡DIOS MÍO! ¿POR QUÉ NO QUIEREN LA BICAMERALIDAD?

Por: VÍCTOR ANDRÉS PONCE

La reforma constitucional a favor de la bicameralidad alcanzó 77 de votos, sin embargo, se ha solicitado la reconsideración. Si en la próxima votación no se alcanza los 87 votos, entonces, la propuesta de reforma deberá ser consultada en un referendo.

Como todos sabemos, en la consulta popular todo puede suceder porque la mayoría que vota es una circunstancia, un humor pasajero, un estado de ánimo que se impone. Así ha sido en el Perú, en el Chile de la nueva constitución, en la Venezuela de Hugo Chávez o, si quieren más atrás, en la Alemania Nazi de Hitler. O cuando Julio César, con una mayoría abrumadora de apoyo, cruzó el Rubicón y enterró cuatro siglos de república y libertad en Roma.

De Tocqueville ya lo dijo: en las repúblicas modernas las mayorías eligen al soberano (Ejecutivo y Legislativo), pero las instituciones gobiernan. Es la única manera de evitar el asalto de la muchedumbre. En el Perú las últimas consultas populares han sido ganadas por dos caudillos autoritarios que quebraron la institucionalidad: Fujimori y Vizcarra.

Las repúblicas longevas son aquellas en que las mayorías eligen al soberano y las instituciones gobiernan: Reino Unido y Estados Unidos. Si las mayorías gobiernan se necesita un caudillo y una demagogia. Y surge la tiranía de un caudillo o de una muchedumbre.

Las corrientes progresistas, desde el inicio del fujimorato, se la pasaron señalando que el unicameralismo era la coartada institucional del autoritarismo. Decían que era necesario recuperar el bicameralismo para restablecer los equilibrios entre el Ejecutivo y el Legislativo. Entonces, ¿por qué se oponen ahora? Es difícil entenderlo. ¿Por qué las dudas en Alianza para el Progreso y Acción Popular? ¿Por un cálculo electoral?

Lo único coherente en este debate es que las corrientes comunistas y colectivistas se opongan a la bicameralidad. Necesitan el unicameralismo como forma institucional del proyecto autoritario, aquí o en cualquier parte (allí está Chile o la asamblea nacional de Venezuela).

El cálculo y los intereses inmediatos parecen primar sobre una idea de república, sobre una idea institucional del espacio público. Un Senado en el Perú, en el acto, relanzaría el espacio público y la política: obligaría a convocar a los mejores y más viejos en las izquierdas y derechas y nos sacaría de esa disyuntiva destructiva de la vacancia o la disolución. En el bicameralismo, la cámara de diputados acusa al Presidente, pero solo el Senado decide la vacancia. Y solo se disuelve la cámara baja.

Todo indica que algunos creen que no hemos tocado fondo. Que la reforma del sistema político es un asunto para mejores tiempos y que se puede seguir gobernando sin formar partidos, sin presentar programas y, sobre todo, sin ganar elecciones. En ese objetivo es mejor el statu quo, que las cosas sigan igual.

Únicamente hay que recordar que el statu quo nos llevó a Castillo y nos puede empujar a la asamblea constituyente.