Por: VÍCTOR ANDRÉS PONCE (*)
Empezando agosto, y luego de unas Fiestas Patrias con el peruano menos preparado de la historia nacional en ejercicio de la jefatura de Estado, es legítimo preguntarse hasta cuándo durará este empate autodestructivo entre el Ejecutivo y el Congreso. Es apropiado hablar de un empate porque el Gobierno no puede implementar la constituyente y las nacionalizaciones. Y, por otro lado, existe una mayoría en el Congreso que no llega a ser suficiente para vacar al jefe de Estado o inhabilitar a los miembros del Ejecutivo.
Y se trata de un empate que destruye el país: frenazo de tres décadas de crecimiento y de reducción de pobreza, destrucción de las instituciones, implosión del Estado y la sociedad y tendencia general a la anarquía. Y un jefe de Estado que acumula más de cinco investigaciones del Ministerio Público.
¿Cuáles pueden ser las consecuencias de este empate que destruye la peruanidad? La más grave de todas es que la mayoría se acostumbre a esta nueva normalidad y Castillo siga sobreviviendo y tiente el 2026. Sucedió en Venezuela antes de la consolidación de Hugo Chávez. La oposición se propuso el programa máximo de sacar a Chávez –incluso hubo intento de golpe–, y se olvidó de las batallas parciales y los objetivos mínimos. El resultado lo conocemos, y hasta hoy lo padecen los venezolanos.
Para evitar entrar a una nueva normalidad –que el 2023 podría tener en la contracción del PBI y el aumento de pobreza a nuevos protagonistas y podría crear escenarios a favor de la demagogia comunista–, la oposición necesita reinventarse mientras se consiguen los votos que faltan.
Quizá valga desarrollar un ejercicio a través de algunas preguntas. Si no existen votos para la vacancia presidencial, ¿acaso existen los votos suficientes para inhabilitar a la Vicepresidente, Dina Boluarte? Hay más que argumentos y justificaciones para este proceso que pondría la sucesión constitucional de la jefatura de Estado en manos del Congreso. En ese contexto, Castillo y sus asesores se quedarían sin margen de maniobra.
Ahora bien, ¿a alguien se le ocurre avanzar en la vacancia sin resolver el asunto de la sucesión constitucional? Una vacancia dejaría tan debilitado al Congreso que una presidencia de Boluarte tendría todo el espacio para desarrollar una estrategia de cierre del Legislativo repitiendo el software fujimorista-vizcarrista. ¿Es difícil imaginar acaso la posibilidad de la constituyente?
Por todas estas consideraciones, el fin del empate que destruye al Perú y la peruanidad pasa por resolver el asunto de la sucesión constitucional de la jefatura de Estado. Todo lo demás es verborrea sin fundamento. Allí empieza todo. Sin embargo, en tanto maduren esas opciones, la oposición no puede renunciar a las batallas parciales, como solían hacerlo las oposiciones derrotadas por los proyectos bolivarianos en la región. Frente a cada decreto que busca recortar libertades políticas y económicas, el Legislativo debe responder con su inmediata derogación, por ejemplo.
(*) Director de El Montonero
(www.elmontonero.pe)