Editorial

::: UN ESPEJO PARA LOS CANDIDATOS :::

Estamos prácticamente a un mes de las elecciones regionales y municipales y, aunque parezca increíble, todavía es imposible saber con toda exactitud cuántos y quiénes van a ser los candidatos que finalmente queden oleados y sacramentados para participar en la contienda. El periodo para la presentación de tachas todavía vence el 9 de septiembre y, conforme hemos podido ver,  es de temer que cualquier cosa puede suceder en estos días. No tendría porque sorprendernos el hecho que se produzcan nuevas bajas y que el suspenso se mantenga hasta el minuto final.

Para decirlo sin ambages, la responsabilidad de esta prolongada incertidumbre no es fortuita. Recae directamente sobre los hombros de los candidatos y de sus respectivos personeros. Ellos conocen las reglas electorales y saben muy bien que todo intento de ocultar sentencias y antecedentes judiciales  en la hoja de vida, es causal de tacha automática.

El peregrino argumento de hacer creer que el “olvido” de consignar dicha información fue algo involuntario, es un cuento de mal gusto en el que ya nadie cree. Esta pretendida falacia a la que suelen acudir los infractores de la norma electoral, no solamente resulta ser un insulto a la inteligencia de la ciudadanía, sino también una manera de ponerse ellos mismos la soga al cuello. La guerra estaba avisada así que no hay porque hacerse las víctimas ni rasgarse las vestiduras. Por lo demás, la mentira tiene patas cortas.

Después de todo lo que hemos visto en Ancash en los  últimos años, es saludable que  esta vez las autoridades electorales hayan dado muestra de no estar dispuestas a caer en el mismo error. Ya bastante hemos tenido con dos gobernadores regionales que,  gracias a  este “olvido”,  lograron seguir en carrera y ganaron el proceso electoral con los resultados que ahora a todos nos avergüenza.

Salvo que estemos equivocados, un candidato que oculta la verdad en una declaración jurada y que lo hace con premeditación, ventaja y alevosía, difícilmente podría inspirar confianza y mucho menos garantizar una gestión transparente en  caso de resultar elegido. Hoy más que nunca el electorado ancashino necesita elegir a un gobernador y alcaldes  provistos de integridad y solvencia moral. De otra manera las cosas no van a mejorar.

Pero, claro, no todos los candidatos que han llegado a esta etapa de la contienda cojean del mismo pie, ni son harina del mismo costal. En honor a la  verdad, hay quienes están limpios de polvo y paja, sin sentencias ni procesos  judiciales en marcha. Pero lamentablemente, en política no valen la honestidad ni la capacidad, por lo que no siempre estos candidatos resultan ser los favoritos ni los favorecidos. Hasta ahora han ganado los más audaces y los menos capaces.

Si hay algo bueno que pudieran hacer  todos los candidatos, con o sin antecedentes, es es hacer una cura de sinceramiento. Para eso, nada mejor que ponerse ante un espejo y no seguir engañándose a sí mismos ni engañando a los demás.