Editorial

::: GUERRA CON VENTILADOR :::

Insultos y golpes bajos:

Algunos candidatos creen que lo mismo que sucede en el fútbol también sucede en la política. Al parecer, están plenamente convencidos que una contienda electoral se gana haciendo hasta lo imposible con tal que el rival más peligroso salga en camilla antes que termine el partido. Y eso, como ya es costumbre, solo se consigue lanzando una guerra de insultos y ataques personales para desacreditar al oponente, es decir echando barro con ventilador.

En este caso, la única diferencia consiste en que, para suerte de los candidatos, en política no existen tarjetas rojas ni amarillas. A estas alturas del partido, el juego sucio de la difamación, por muy inmundo y desleal que pueda ser, no es motivo de sanción por parte de las autoridades electorales. En todo caso, el único juez que puede sancionar este juego desleal es el electorado. Y eso será el día de las elecciones.

Para desgracia de muchos, esta especie de maldición o espíritu maligno, como es la guerra sucia, se mantiene vivita y coleando desde tiempos inmemoriales en los predios nuestra política local y nacional. Como tal, no podía estar ausente en las elecciones regionales y municipales que se realizarán el próximo domingo 2 de octubre. Así lo demuestra el hecho que varios de los candidatos que han quedado aptos para disputar la final de esta contienda, no han encontrado mejor manera de hacerse propaganda a sí mismos que echando barro con ventilador a sus oponentes, particularmente a quienes aparecen como favoritos.

Los primeros proyectiles de esta guerra sucia y sin cuartel han empezado a dispararse a través de las redes sociales y otros medios de comunicación con una andanada de ataques dirigidos, como siempre, al entorno familiar. Desde luego, éste es el punto más sensible para hacer tambalear a cualquier ser humano, pero al mismo tiempo no se puede negar que es la forma más infame de hacer política.

Además del repudio que causa en la opinión pública, esta guerra sucia pone en evidencia el lado más débil de sus patrocinadores: la incapacidad de ir a una confrontación alturada de ideas y planes de gobierno, vale decir una contienda que la población necesita observar lo más antes posible para poder emitir un voto consciente y responsable.   

Vayamos al terreno del los ejemplos reales y concisos. Antes de acudir a las urnas,  lo que el electorado de Chimbote necesita saber con toda claridad es qué proponen los candidatos para destrabar la ejecución de proyectos de desarrollo como Chinecas y la modernización del terminal portuario. ¿Qué sucederá con todas las obras paralizadas y las bombas de tiempo que están dejando las gestiones salientes?. ¿Qué piensan hacer el gobierno regional y las municipalidades para ejecutar por lo menos el 80 por ciento del presupuesto que envía el gobierno central para obras y servicios públicos?. ¿Se seguirá devolviendo al estado más del 50 por ciento del canon minero, debido a la falta de capacidad de gestión?. ¿Cómo se piensa solucionar los problemas del transporte urbano, la limpieza pública y la falta de seguridad ciudadana, que ya son insoportables?.

En vez de gastar tiempo y energía en criticar los defectos ajenos y no fijarse en los propios, creemos que los señores candidatos deberían  concentrarse en responder estas inquietudes de la población. Sus planes de gobierno, si realmente los tienen, no deberían diluirse en discursos de plazuela o excesos de entusiasmo, sino plasmarse en un compromiso formal con la población. De tanto disparar barro con ventilador, podría ser que el tiro les salga por la culata. En política todo es posible.