Opinión

VIAJE DE CHIMBOTE A TRUJILLO

Por: Prof. Arq . Giorgio Romoli

Hacía tiempo, por lo menos seis años, que no hacía un viaje de ida y vuelta, con el sol, de Chimbote a Trujillo en bus. Me encantan los viajes en autobús porque, al no tener la responsabilidad de conducir, acomodo mi asiento y dejo que mi mirada deambule serenamente observando afuera.

Debo confesar que durante el viaje iba apreciando muchas veces el paisaje que atravesábamos: sea natural, digamos incontaminado, sea debido a las intervenciones agrícolas, es decir, las modificaciones hechas por el hombre. El paisaje natural casi siempre coincide con las partes altas de la ruta y es un conjunto de rocas y tierra oscura, de un marrón casi negro, endulzado por depósitos de arena con formas sensuales y suaves de un color que Giorgio Armani, quien lo usa a menudo en los vestidos que diseña, la define griege, una mezcla de gris y beige. El color de estas arenas varía, aunque muy ligeramente, y es tan brillante como el oro cuando las arenas están tocadas por el sol. Me decía complacido: este es el verdadero paisaje del Perú a lo largo de la costa: rocas y arena, unidas por la erosión y el viento. Luego llegó el hombre y, aprovechando el agua de los ríos que atraviesan los valles y llanos, la transformó para su uso y consumo. ¿Cambió en peor este panorama? No, es diferente, es otro paisaje, contiene otros valores y colores. Entran en esto: el verde como color dominante -con todas sus matices- y las formas creadas por el hombre. Estos días el verde de las jóvenes plàntulas de arroz, tan claro, tan diferente a los demás verdes, se destaca encerrado en los dibujos curvilíneos de diversas porciones, aún con agua, de los cultivos. Los campos de arroz son evidentes, tanto por su verdor como por las formas, frente a los campos de coles, maíz, alcachofas, espárragos, a su vez resaltados por hileras de árboles frutales, entre los que destacan las frágiles hojas de los árboles de plátanos y dátiles. Es un paisaje diferente que, sin embargo, por sus colores y humedad, si integra a la perfección con la aridez del primero y la variedad de sus arenas.

El paisaje, sin embargo, no solo presenta esto, hay muchas zonas donde el corazón se aprieta, donde ese placer probado antes desaparece, dando paso a un juicio negativo, cargado de desaprobación. Es el paisaje construido por el hombre para sus espacios privados y sociales: las casas, las fábricas, los negocios, etc. En total, la Arquitectura!

En la agricultura el hombre no tiene incertidumbres, sus campos alcanzan los valores del paisaje que lo rodea; en la arquitectura no, hay mucha aproximación, ninguna certeza, ningún pensamiento de integración con lo que existe alrededor. Es todo extemporáneo, inmaduro, provisional, ocasional, desprovisto de cualquier calidad.

Parece absurdo lo que estoy a punto de decir, pero este viaje me ha dado la idea de que, entre Chimbote y Trujillo, dada la cantidad de construcciones a lo largo de la ruta recorrida, que lamentablemente acrecientan día a día, en unos años alcanzaremos el tamaño de una Megalópolis, llegaremos a una gran estructura habitacional y de trabajo de unos 150 km. de longitud. Una verdadera herida en la piel de la tierra que destruirá los dos paisajes antes descritos si no se comienza a tomar acciones. Es necesario afrontar la inmediata planificación, restauración y renovación de todo el territorio entre Chimbote y Trujillo. Tenemos que reconsiderar lo que ha estado construido hasta hoy, utilizando los últimos conceptos existentes de urbanismo, arquitectura y diseño industrial. Tenemos que respetar el paisaje agrario y primitivo existente, dando al todo un aspecto, una forma funcional y aceptable, sea para quienes lo habitan como para quienes lo transitan.

Chimbote, 30 de noviembre de 2022