Por: Fernando Valdivia Correa (*)
En la tarde del pasado 7 de diciembre, en su primer Mensaje a la Nación como Presidente de la República, Dina Ercilia Boluarte Zegarra pidió “tregua” a todas las fuerzas políticas reunidas en el Parlamento para poder gobernar. Minutos después, fuera del hemiciclo declaró a la prensa que fue elegida hasta el 2026. Al día siguiente, advertida del desatinado comentario, dejó abierta la posibilidad del adelanto de elecciones, aunque no para ese momento. Cuarenta y ocho horas después, y con estado de emergencia decretado ante la convulsión social desatada por su investidura, anunció estar presentando proyecto de ley para elecciones generales en abril de 2024; es decir, de aquí a 16 meses, coincidentemente el mismo tiempo que duró el desgobierno de su predecesor y examigo Pedro Castillo Terrones.
¿Acaso no pensó en renunciar al cargo?. En definitiva no. ¿Debió hacerlo?. Previo a responder esta pregunta, detengámonos brevemente a hacer algo de memoria para corroborar si doña Dina cumple con el perfil adecuado para estar encargada de la primera magistratura del país por más de 480 días. En primer lugar, desde la campaña de la segunda vuelta electoral del 2021 a la fecha, se encuentra con investigación fiscal por el presunto delito de lavados de activos en el caso denominado los “Dinámicos del Centro”. Dos, ocupó el puesto de ministro del MIDIS desde inicios de gobierno hasta el 25 de noviembre pasado; vale decir, también de mera coincidencia 16 meses. En todo ese tiempo, ocurrieron acciones u omisiones nefastas para el país protagonizada directamente por el golpista exmandatario, así como de sus allegados y familiares. Tales son los casos de Sarratea, US$ 20 mil encontrados en baños de Palacio de Gobierno, ascensos irregulares de Generales en la Policía, fuga de Juan Silva y Fray Vásquez, entre otros. Y, tercero, no menos importante, repitió hasta el hartazgo la grandilocuente frase “si se va el presidente Castillo (vacado), yo me voy con él”.
Este último punto recobra trascendencia, pues una persona (independiente de su ideología, creencia religiosa, etc.) debe ser consecuente con sus actos. Suele decirse que en una determinada relación (incluyendo la laboral) debemos tener lealtad y gratitud. Si no puedes con lo primero, por lo menos conservar lo segundo. Probablemente, la señora Boluarte no deba lealtad a Castillo Terrones, pues era harto conocido la desaprensión de éste a la palabra empeñada; ergo, el haber prometido algo y a los pocos minutos resultar en otra cosa, sin importarle a quien dañaba en el camino. No obstante, agradecido sí está, o dicho de otro modo, debió estarlo, toda vez que sabiendo (o intuyendo) Castillo que ante un posible desafuero, Dina ocuparía inmediatamente su lugar sin pensarlo mucho, decidió apostar por ella, llevándola como integrante del gabinete, confiándole cosas de Estado.
A la interrogante de “si debió hacerlo”, la respuesta es sí, pues está claro que necesitamos avanzar como país, apuntalar en un mismo horizonte, ir cerrando las tremendas brechas existentes, y eso solo es y será posible convocando inmediatamente a elecciones generales en el que elijamos a un/a nueva gobernante por los siguientes cinco años, respetando y haciendo respetar nuestra bien lograda democracia.
Está a tiempo de dar el tan ansiado paso al costado.
(*) Abogado