Por: FERNANDO VALDIVIA CORREA (*)
Hace poco menos de dos meses, precisamente el 21 de marzo, una noticia acaparó titulares, de la prensa de espectáculos: Oriana Magaly Solier Romero llegó a un nosocomio capitalino balbuceando, con moretones en distintas partes del cuerpo, negándose a ser atendida se retiró raudamente. De inmediato, el morbo llenó las primeras planas sensacionalistas, creándose todo un show alrededor. La seriedad fue dejada de lado.
Talentosa actriz y cantautora peruana. Multipremiada con un prolijo trabajo reconocido tanto en el país como a nivel mundial. Seria ocioso describir los galardones recibidos en toda su trayectoria artística. Sin embargo, eso ha pasado a un segundo plano, por no decir casi al olvido.
Los problemas que la quejan de años tienen que ver principalmente con el alcohol, con tendencia a degenerar su comportamiento. Le costó su matrimonio y perder la custodia de sus hijos, amén de las variadas oportunidades laborales, así como de los amigos, que hoy brillan por su ausencia. Como siempre suele ocurrir.
Obligada, por mandato judicial, a pasar alimentos rehusó cumplirlo. Recientemente su exesposo declaró haberla perdonado “Es la mamá de mis hijos, siempre le voy a decir en donde vaya y bendecirla porque me ha dado la dicha de ser padre, que se recupere y que no olvide que tiene dos niños hermosos que la quieren mucho”. Entendible. También le impusieron pasar terapia psicológica. Desconocemos si asistió, aunque por las evidencias mostradas a través de las pantallas de la televisión, lo dudamos.
Ante ello, Valerie Vásquez de Velasco preguntó ¿cómo esperar que se atiendan de manera correcta los problemas de una joven mujer, aunque se trate de una verdadera estrella que ha representado por todo el mundo a nuestra nación? (Peru21, 23ABR2023). Cierto, no interesa, es adulta y responsable de sus actos y de sus omisiones. Es más, alguien podría alegar que se lo merece por el daño causado, al no comportarse como una buena persona. Probablemente tengan razón. Hoy. ¿Y ayer; es decir, 10 años atrás?. Cuando era condecorada reiteradamente, y millones de personas (peruanas o no) coreaban lloriqueando su nombre, emulando ser ella y nadie más, haciendo largas e interminables filas para tomarse una foto, moviendo cielo y tierra para obtener una exclusiva para su revista, diario, blog, etc. En aquellos momentos, Magaly era una diva, nuestra diva.
Por cierto, ¿sabemos que está haciendo en este instante?. Yo tampoco. Pero no importa, no es nuestro problema, y la autoridad se hará cargo. La interrogante fluye ¿quién lo hará y cuándo?. Lo cierto es que requiere ayuda profesional y urgente. La señora Solier vive hoy una tragedia, nada oculta. Un poco de humanidad (algunos le llaman compasión al prójimo) y démosle la atención que necesita. Quizá la próxima vez que sepamos de ella podría ser solo para recordar lo brillante que fue. Estamos a tiempo, aún.
(*) ABOGADO