Editorial

UNA LECCIÓN NO APRENDIDA

Simulacro de sismo y tsunami:

Por lo que hemos podido advertir el miércoles 31 de mayo, pareciera que el término simulacro ha sido tomado en forma peyorativa no solamente por algunas autoridades sino también por numerosas  instituciones y, lo que es peor, por un gran sector de la población.  Y eso, como lo hemos señalado en nuestra edición de ayer, no está nada bien. La poca importancia que ha merecido en Chimbote el Simulacro de Sismo y Tsunami  realizado a nivel nacional, es realmente lamentable y, desde  nuestro punto de vista, motivo de un inevitable llamado a la reflexión.

Empecemos por señalar que, tal como lo ha dispuesto el gobierno central,  el simulacro es una jornada de fiel acatamiento en todas las ciudades del país. Ello a objeto de estar preparados para enfrentar cualquier desastre  natural y particularmente para crear en la ciudadanía una cultura de prevención.

Precisamente esa ha sido la razón por la que el gobierno central ha elegido como punto de referencia de toda jornada de prevención, el terremoto de 7.2 grados  ocurrido el 31 de mayo de 1970, cuyo  mayor impacto, con más de 60 mil víctimas mortales, tuvo como escenario la región Ancash. Solo en la ciudad de Yungay, sus 25 mil habitantes murieron sepultados bajo una avalancha de lodo y piedras  que se precipitó como consecuencia del movimiento sísmico. En Chimbote, se calcula que el número de fallecidos  superó los 10 mil.

La historia del Perú ha registrado al terremoto de 1970 como la tragedia de mayor magnitud causada la furia de la naturaleza. Ha sido recién a partir de esta experiencia, que se han creado organismos públicos específicamente para enfrentar este tipo de desastres. Entre ellos  la Comisión de Reconstrucción y Rehabilitación de la Zona Afectada (CRYRZA), que posteriormente se convirtió en el Organismo Regional de Desarrollo de la Zona Afectada (ORDEZA) y finalmente en el Organismo Regional de Desarrollo del Norte-Centro (ORDENOR-CENTRO). Todos ellos han tenido como sede la ciudad de Huaraz y una filial a nivel sub regional en la ciudad de Chimbote.

No podemos olvidar por consiguiente que, frente a los embates de la naturaleza, somos una zona altamente vulnerable. Ya más antes, Ancash ha soportado tragedias de igual magnitud como el aluvión que arrasó la ciudad de Huaraz el 13 de  diciembre de 1941 causando la muerte de 1,800 personas,  y el que sepultó  Ranrahirca el 10 de enero de 1962 dejando como saldo más de 2,500 víctimas mortales.

A la luz de la experiencia, estas tragedias son un libro abierto, con lecciones muy valiosas acerca de lo importante que es para la población prevenir la ocurrencia de desastres. Los sismos y los aluviones son frecuentes en suelo ancashino, pero al mismo tiempo son eventos imposibles de predecir. Nunca se sabe en qué lugar ni en qué momento van a producirse. La única forma de enfrentarlos es tomando medidas de prevención.

Es ahí donde los simulacros juegan un papel decisivo y preponderante, pues gracias a ellos se identifica y señaliza con anticipación los lugares más seguros donde ubicarse en casos de sismo y tsunami.

Desde ese punto de vista, ha sido lamentable que el simulacro del miércoles 31 de Mayo no haya tenido la participación que se esperaba. Es lamentable que solo hayan participado el alcalde provincial, brigadistas de Defensa Civil, miembros de la Marina de Guerra, Policía Nacional, Compañía de Bomberos y de las redes de Salud Norte y Sur. Las demás autoridades brillaron por su ausencia, dándole a la población un mensaje de total indiferencia. Es decepcionante comprobar que no todos han aprendido las lecciones que nos da la historia.