Editorial

PRIMEROS Y ÚLTIMOS AL MISMO TIEMPO

Esto solo sucede en Ancash:

El viernes último, tan pronto como se difundió la noticia a través de las redes sociales, un familiar de quienes laboramos en esta casa editora, alumno de una universidad limeña, nos reenvió la información, añadiendo al final la pregunta “¿Será cierto esto?”.  Según el índice de corrupción, subliminalmente llamado “inconducta funcional”, el mismo que ha sido elaborado por la Contraloría General de la República, la región Ancash ha pasado a ocupar el primer lugar de corrupción entre todas las regiones del país. Existen  647 proyectos paralizados, con un perjuicio económico que supera los 8 mil millones de soles.

Para quienes por razones de trabajo,  conocemos esta realidad desde hace más de veinte años, la noticia no nos ha tomado por sorpresa. Estamos  habituados a esta suerte de desventuras.  Sin embargo, lo primero que acudió a nuestra mente fue la situación de bochorno que debió apoderarse de nuestro joven informante. Es de imaginar la vergüenza ajena que, no solamente él sino también otros estudiantes ancashinos, deben sentir  ante sus compañeros de estudio, por algo que comenzó a destruir a Ancash antes que ellos hubieran nacido.

Y no es para menos. Pues de la misma manera cómo Ancash ha pasado a ocupar el primer lugar de corrupción a nivel nacional, así también, como consecuencia directa de ello, está ocupando el último lugar en ejecución presupuestal, es decir en capacidad de gestión. Tal como lo ha dado a conocer el último reporte de Transparencia Económica, al 7 de agosto la región Ancash solo ha ejecutado el 11 por ciento de su presupuesto anual.

Repetimos, esto no es ninguna novedad. Es el resultado de  un proceso que se incubó, se gestó y se desarrolló desde que se creó el gobierno regional de Ancash. Antes de terminar su gestión, el primer presidente regional elegido por voto popular,  Freddy Ghilardi Álvarez, terminó  procesado y posteriormente encarcelado. Más tarde, seguirían la misma suerte Waldo Ríos Salcedo, Enrique Vargas Barrenechea, César  Álvarez Aguilar y recientemente Juan  Carlos Morillo Ulloa.

En estas mismas páginas, hemos  brindado amplia información sobre actos de corrupción protagonizados por estos personajes y funcionarios de su entorno. Como bien lo explica el informe de Contraloría, los daños son cuantiosos: 647 obras y proyectos paralizados y un perjuicio económico que sobrepasa los 8 mil millones de soles. Esto no solo afecta al estado. También afecta a una inmensa población, injustamente llamada beneficiada.

No cabe duda que la más fiel expresión del sistema de  corrupción que se instauró en Ancash,  lo encarna la tristemente célebre Centralita. Este local sirvió en forma exclusiva como centro de operaciones de la red de corrupción regional; caso único en todo el país. Fue ahí donde los operadores de esta red realizaban un trabajo de socavón, manejando desde la sombra el engranaje y la faja transportadora del sistema de cupos, diezmos, coimas y demás artimañas que han llevado a Ancash al primer lugar de corrupción nacional.

No deja de causar extrañeza que muchos de estos operadores actualmente se hayan reciclado y estén haciendo las veces de asesores,  no solo en las altas esferas de la actual gestión regional sino también en varias municipalidades. Eso quiere decir que, en el fondo, la cosa no ha cambiado. De otra manera no se explica cómo la región  Ancash se mantenga en el primer lugar de corrupción y al mismo tiempo en el último lugar en capacidad de gestión.