Por: Víctor Andrés Ponce (*)
• Las inevitables relaciones entre crisis política y estancamiento económico
El peor efecto de la recesión y del bajo crecimiento es el aumento de la pobreza. El ciclo de crecimiento de las últimas tres décadas que cuadruplicó el PBI y redujo la pobreza del 60% de la población a 20% (antes de la pandemia) se ha frenado. El Perú, el milagro económico de las economías emergentes, ha sido paralizado. Un año después de la tragedia del gobierno de Castillo la economía ha entrado en recesión y la pobreza se acerca al tercio de la población (más de 10 millones de peruanos).
Cuando el Perú reducía la pobreza significativamente el antisistema amenazó al Perú en las elecciones del 2006 y del 2011, hasta que finalmente tomó el poder en el 2021, con Pedro Castillo. A partir de allí, durante un año y medio las campañas a favor de la constituyente y las nacionalizaciones, simplemente, bloquearon cualquier posibilidad de una nueva inversión en el país. Un año después de esa ola destructiva el Perú entró en recesión.
La causa principal de la recesión es la caída sistemática de la inversión privada porque ella representa el 80% del total de lo que se invierte en la economía. Según proyecciones del Banco Central de Reserva del Perú la inversión privada se contraerá en 2.5% este año, acumulando dos años de descenso consecutivos. Asimismo, la inversión minera, en pleno ciclo de excelentes precios de los minerales, caerá en alrededor de 20%. ¿Cómo entonces el Perú no va a entrar en recesión?
La caída de la inversión privada, del consumo interno y la recesión en desarrollo, entonces, solo se explican por causas políticas. La crisis política, la interminable polarización entre fujimoristas y antifujimoristas que culminó en la elección de Castillo y la sistemática burocratización del Estado que alentó el progresismo, son las causas evidentes del frenazo y la recesión de la economía.
En este contexto, ¿qué podría suceder si la actual crisis política –que afecta al Ministerio Público, al Ejecutivo y al Congreso– termina en un adelanto electoral? Es evidente que todo el año de frágil y precaria estabilidad, luego del golpe fallido de Castillo, se echaría por la borda, y el lento proceso reactivador que se anuncia para el 2024 se frenaría. El Perú entraría en elecciones, con más recesión y aumento de pobreza. Es decir, avanzaría hacia un nuevo cronograma electoral con un escenario absolutamente favorable para las fuerzas antisistema. Mejor, imposible, como se suele decir.
Mantener la precaria estabilidad, más allá del descrédito de las instituciones, es un objetivo central para recuperar el impulso del crecimiento y de la reducción de la pobreza. Pero no solo se trata de la economía sino también del sistema republicano: solamente la estabilidad de las instituciones posibilita que, mediante un proceso de ensayo error, la democracia se fortalezca y se enraíce en la sociedad.
Es evidente pues que la continuidad institucional es vital para relanzar el crecimiento y volver a reducir la pobreza en el país. De alguna manera, hoy la política y la economía marchan en una misma cuerda, y el éxito de la una presupone el triunfo de la otra.
Cuando se duda sobre estos temas, siempre vale recordar que el sector privado aporta el 80% de los ingresos fiscales, provee más del 80% de los empleos en los mercados formales e informales y, según el Banco Mundial y los organismos multilaterales, explica el 80% del total de pobreza reducida en las últimas décadas.
(*) Director de El Montonero (www.elmontonero.pe)