Editorial

Los nuevos virreyes del Perú

Congresistas:

La reciente reunión que ha sostenido en Chimbote el ministro de Transportes y Comunicaciones,  Raúl Pérez Reyes,  con autoridades locales  y pobladores que habitan a ambos lados de la Vía de Evitamiento,  no solo ha permitido confirmar la existencia de graves problemas de transitabilidad y seguridad peatonal que han surgido en  la ejecución de esta obra, los mismos  que necesitan ser inevitablemente subsanados.

  Paradójicamente, la reunión también ha servido para mostrar la otra cara de la medalla, como es el apetito de protagonismo  personal que se ha apoderado de los autodenominados congresistas  de Ancash. Lejos de haber traído en sus manos alguna propuesta que contribuya a solucionar dichos problemas,  su presencia en esta reunión, a la que han asistido acompañados de un  equipo de asesores, con gastos pagados por el estado, no pasa de ser eso: un acto de presencia y nada más.

Faltan dos meses para que los congresistas de Ancash, igual que sus 130 congéneres,  cumplan  tres años  viviendo una realidad completamente distinta a la que padecen  33 millones de peruanos.  Se van a cumplir tres años que vienen gozando de privilegios, jurídicos y económicos, que solo disfrutaban los  virreyes; una  condición propia de  intocables, totalmente ajena a la realidad que soporta a diario el resto del país.

Hace tres años, tan pronto como juramentaron el cargo, lo primero que hicieron fue burlarse de sus electores  al ofrecer la  inmediata puesta en marcha de una Agenda de Ancash que jamás existió.  Tomados de la mano  y sonriendo para la foto,  anunciaron ante la prensa nacional que la agenda iba a impulsar la voluntad política que se requiere para la ejecución de antiguos proyectos de desarrollo regional. Como ahora bien sabemos, al día siguiente de su juramentación la agenda fue a parar al tacho.

Es inocultable que, en los tres años  que llevan viviendo en otro mundo,  los congresistas de Ancash han hecho uso del poder político solo para salvaguardar sus  intereses particulares. En  vez de fiscalizar la labor del ejecutivo, como lo ordena la Constitución, lo primero que hicieron fue tender un puente político y formar  parte del  equipo de gobierno de Pedro Castillo.  Una de ellas fue ministra de Salud y los demás consiguieron colocar a sus amigos y familiares en  altos cargos de organismos públicos. Y, por supuesto, han tenido que devolver el favor  otorgando a ojo cerrado  el voto de confianza  que solicitaba  Pedro Castillo para mantenerse en el poder.

Exactamente lo mismo acaban de hacer a favor de la presidenta Dina Boluarte  salvándola de la vacancia a pesar de los graves cargos que pesan sobre ella. Todo el país sabe que, de haberse producido esta vacancia, tanto la presidenta como los 130 congresistas  en este momento ya estarían sentados ante los tribunales de justicia. Así que, ni locos. Todavía quedan dos años de convivencia feliz y hay  que aprovecharlos, así el 100 por ciento de los peruanos desapruebe esta gestión.

Por lo demás, todos los congresistas ya están viviendo una época pre-electoral. Se alucinan con ser senadores, gobernadores regionales o alcaldes y están dedicados a tiempo completo a promocionar su postulación. De manera que cualquier evento que pueda significar aplausos o poses para la foto, sin importar el interés que éste represente para el país,  ahí están ellos para ganar titulares.

En cuanto a la Vía de Evitamiento, no es la solución de los problemas lo que les interesa sino la necesidad de aparecer en público y mantenerse en la cresta de la ola. Si realmente tuvieran interés por Ancash, hace rato hubieran impulsado políticamente las gestiones del nuevo hospital La Caleta, del Politécnico Nacional del Santa y el reinicio del hospital El Progreso. Como nuevos virreyes del Perú, ellos no están para ocuparse del bienestar de las grandes mayorías.