Opinión

Una historia de terror llamada corrupción

Por: Oscar Wong (*)

El terrorismo ocasionó la muerte de 70,000 personas en el Perú, quienes de jóvenes vivimos este flagelo conocemos de primera mano la atrocidad, el miedo, el caos y las crisis que por más de 20 años ocasionaron cada una de las acciones de terror que desplegaron estas organizaciones armadas, entre los años 1980 y 2000. La pandemia Covid-19, es también una historia triste y reciente, que experimentamos en carne propia todos los peruanos, incluyendo los nacidos hasta el 2021-2022, quienes debíamos cuidarnos de no contagiarnos para no exponer nuestras vidas ni la de nuestros familiares. Convengamos por un momento que vivir la historia es muy distinto a que te la cuenten; aun así, quienes son capaces de remontarse a cualquiera de los hechos, ya sea porque lo vivieron, se lo contaron o se informaron, no dejarán de sentir indignación y dolor.

Lo lamentable de ambas historias, aunque usted no lo crea, es que están muy relacionadas y lo explico. La corrupción resultó tan igual o peor que el terrorismo, mostrando inclusive siempre, silenciosamente, un mayor grado de crueldad, muerte, conmoción, caos, crisis, todo originado por ese mal común en las dos: la ambición irrazonable.

Si analizamos las muertes producidas, el terrorismo generó 70,000 personas asesinadas. Pero en el caso de las vacunas para contrarrestar el Covid-19, que en aquel entonces fueron prometidas por el expresidente Vizcarra y que nunca llegaban por problemas de “negociación” con las farmacéuticas o sus distribuidores oficiales; no fue sino hasta febrero del 2021 que arribó el primer lote, y en mayo, el inicio del despliegue a nivel nacional. Para aquellas fechas, la pandemia ya había cobrado la vida de más de 180,000 peruanos y nos colocaba como el país con la mayor mortalidad Covid-19 “del mundo”. ¿Cuántas de esas vidas se perdieron por vacunas que no llegaron a tiempo, por trabas de “negociación”? ¿Cuántas de esas vidas se perdieron por la falta de capacidad hospitalaria y la demora de su implementación? ¿No es cruel, que al que ejerce el poder no le importe ni quién, ni cuántos mueran? ¿Acaso esas muertes no han generado crisis familiares y de orfandad; conmoción, caos, miedo? ¿No dejamos que nos sometan a un encierro o aislamiento social por miedo?

Por otro lado, si analizamos las pérdidas económicas, la Comisión de la Verdad y Reconciliación estimó que para 1988 la pérdida económica que originó el terrorismo fue mayor a 9,000 millones de dólares (unos 33,300 millones de soles al tipo de cambio actual), aunque otras estimaciones sostienen que para 1993 ya bordeaba los 21,000 millones de dólares. El ciclón Yaku que azotó al país en el 2023 dejó pérdidas económicas estimadas en 13,000 millones según los especialistas (no existe una cifra final oficial); sin embargo, desde el fenómeno del Niño Costero del 2017, se creó un fondo de inversión de más de 25,000 millones de soles para la reconstrucción del país; seis años después, se habían gastado 21,000 millones en obras que no ayudaron en nada a prevenir y reducir los estragos que podría causar eventos de las magnitudes previamente experimentadas; si se hubiera hecho lo que se debió hacer, podríamos haber evitado o reducido esos 13,000 millones de pérdidas, ¿qué pasó con la prevención en esa reconstrucción? ¿vamos a volver a gastar otros 25,000 millones esta vez?

Por si fuera poco, según la contraloría de la república, tan solo entre los años 2022 y 2023, la corrupción causó al Perú un perjuicio económico mayor a 48,600 millones de soles. En la esfera internacional, el año pasado, en Turquía, dos terremotos en un mismo día acabaron con la vida de casi 50,000 personas que quedaron atrapadas entre los escombros y más de 1.5 millones quedaron sin hogar; la evaluación del daño originado por la devastación inició investigaciones que apuntan a que el colapso tipo panqueque de las estructuras de más de 3,500 edificios (varios de ellos públicos), se debió a la corrupción de funcionarios que permitieron que se incumplieran las normativas de construcción antisísmica del país.

Ante lo expuesto, me permito parafrasear las Escrituras bíblicas a modo de reflexión: “Los perversos, atraídos por el lucro, aceptan u otorgan sobornos, tuercen el derecho; son capaces de hacer condenar a los inocentes y absolver a los culpables. Los perversos dicen: Ven con nosotros, acechemos al inocente y derramemos sangre; ¡piensa en todas las grandes cosas que conseguiremos! ¡llenaremos nuestras casas con todo lo robado! Únete a nosotros y entre todos compartiremos el botín. Ciertamente, estos, no morarán en la casa del Eterno.”

Si las consecuencias que origina la corrupción, no nos resultan crueles y devastadoras, entonces nunca la veremos como lo que es y lo que representa: muerte, caos y destrucción.

(*) Abogado, MBA, Mtr.Int. Liderazgo.

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