Opinión

¿ANIN al borde de la parálisis?

Por: Walter Miguel Quito Revello

En Chimbote y en todo Áncash parece que las promesas llegan más rápido que las obras. La Autoridad Nacional de Infraestructura (ANIN), creada como una respuesta “ágil” y “eficiente” para evitar que los proyectos queden atrapados en la telaraña de la burocracia, hoy se ha convertido en otro ejemplo de cómo el Estado anuncia con bombos y platillos, pero entrega migajas. Hospitales paralizados, carreteras con contratos cancelados y proyectos que no avanzan ni medio kilómetro.

El caso del nuevo Hospital La Caleta es ya una vergüenza pública: se ofreció que estaría listo en tiempos récord y ahora se duda incluso de si la ANIN tiene la capacidad de sacarlo adelante. Lo mismo ocurre con la carretera Santa–Chuquicara, presentada como la gran conexión de la sierra con la costa, pero que terminó reducida a un simple contrato de mantenimiento por más de 60 millones de soles, cuando lo que se necesita es una vía moderna y de largo aliento. Y qué decir de la Longitudinal de Conchucos, donde se canceló un contrato millonario con una empresa china, confirmando que los pueblos altoandinos de Áncash siguen siendo los olvidados de siempre.

En medio de este desmadre institucional, el Gobierno Regional de Áncash brilla por su ausencia. El gobernador se limita a tomarse fotos en inauguraciones menores, mientras calla frente a los grandes proyectos que deberían transformar la región. ¿Para qué sirve un gobierno regional que no tiene voz ni peso político cuando se trata de exigir al Ejecutivo resultados reales?

Pero si el gobierno regional está mudo, los congresistas por Áncash parecen sordos. En Lima son apenas figuras decorativas: levantan la mano cuando se trata de intereses partidarios, pero guardan silencio cuando deben reclamar por obras estratégicas para la región. No se les escucha exigir que el Hospital La Caleta se ejecute con plazos claros, ni que la carretera Santa–Chuquicara deje de ser un engaño maquillado de “mantenimiento”. Prefieren las fotos con ministros y las declaraciones tibias en redes sociales antes que enfrentar al centralismo con firmeza.

¿Quién pierde con esta combinación de incapacidad y desinterés? Pierde Chimbote, que sigue sin un hospital digno para atender a sus miles de pacientes. Pierde la sierra de Áncash, atrapada en carreteras destrozadas que perpetúan la desigualdad. Pierde la región entera, que ve cómo millones se diluyen en adendas, sobrecostos y contratos frustrados.

La ANIN se creó para ser una solución, pero hoy se asoma al abismo de la parálisis. Y si no hay reacción inmediata, lo que quedará en la memoria de los ancashinos será otro catálogo de promesas incumplidas. Un catálogo en el que el Gobierno Regional y los congresistas por Áncash ya tienen reservado su lugar de “cómplices silenciosos”. ¿Cuánto pierde Chimbote con promesas que no arrancan?