Por: Mg. William Torres Carrasco
Hay un gran ánimo de ser ecuánime en la evaluación integral de la profunda crisis institucional y moral que padece el aprismo. Una crisis que viene desde adentro y se complementa hacia afuera, donde radican los bajísimos niveles de aceptación popular del partido. Toda vez que la cantidad total de militantes representa menos del 5% del electorado en general. Resarcir ese escenario, es la tarea trascendental del aprismo. Para ello se requiere de decisiones políticas contundentes que marquen señales claras de cambio innovadores en la conducción, en las estructuras orgánicas, en la imagen personal y publica de liderazgos y dirigentes. Como también en el orden estratégico de acercamiento a la población.
Puesto que el ejercicio político, de acuerdo a la percepción ciudadana, requiere probidad, liderazgos certeros, y consecuencia popular; cualidades fundamentales muy ausentes en el Aprismo. Lo que explica, que continuar manteniendo en las entrañas del partido, perceptiblemente en el ámbito interno y externo, un liderazgo y dirigentes debilitados, trae como consecuencia que toda acción política proyectada hacia la ciudadanía, termina siendo infructuosa. Seguir con esa misma gente en la dirección partidaria, solo habrá fracasos en cualquier pretensión de innovación política y social del Apra, logrando mantener sumidos en la frustración a la gran mayoría de los militantes. Además se originarían consecuencias funestas de sobrevivencia, al filo de la desaparición, las que fueron acentuadas claramente en el desastre electoral del 2016, con la explicación de un total debilitamiento popular de la agrupación, como también de la deserción masiva de partidarios.
Salvando las distancias, este escenario me hace pensar que la innovación y renovación del partido, implica contar con la honestidad individual, asimismo, la infaltable convicción ideológica, donde todo el Aprismo comparta. Cuando decimos que rostros nuevos deben conducir el partido, no intentamos desconocer lo bueno conseguido por generaciones de líderes, dirigentes y militantes, o pretendemos afirmar que la buena historia partidaria va a comenzar con ellos. Lo cierto es que, seguir obviando la crisis aprista, constituye el paso ineludible para seguir tropezando con los mismos problemas y profundizar aún más la crisis. Entonces, esperar hasta cuando para definir posiciones sobre la vigencia histórica del Apra como partido importante en el país; hasta cuándo va seguir desconectado con la sociedad peruana que ha emergido y, percibe otras formas de hacer política. Por ahora solo escuchamos contradicciones en la superficie, sobre quien pone las manos al fuego por algún personaje salpicado por la corrupción de Odebrecht y otros talantes, pero nada sobre sobre la identidad ideológica, nada de que nuevamente conseguir que el aprismo sea un partido de masas.
Realidad dura, que a todas luces, solamente presenta una sola verdad, pero, cuidado, esa verdad requiere una profunda reflexión y exige aceptarla con un marcado realismo y sinceridad. Porque alguien podría pensar que la relevante crisis del aprismo, solo tendría la solución en la realización de un Congreso Nacional o cualquier otro evento, y que desde ahí, con gente joven, con mentes y decisiones descentralizadas hacerlo andar al partido. Quienes así discurren, no les falta buena voluntad para cambiar el estado de cosas, pero se equivocarían rotundamente. Porque olviden que las enormes dificultades que existen al interior del partido son generadas por la pésima imagen que proyectan hacia el escenario político del país, ciertos personajes que siguen incrustados en la agrupación y que el alejamiento definitivo constituye gran parte de la solución. La verdad, simplemente, es que el partido aprista, ahora solo goza de un membrete metido en la ignominia de un grupo de dirigentes, que les importan poco o nada del futuro partidario, y además no gozan de ningún respaldo de la militancia y capacidades políticas necesarias, para encarar los dilemas y embates de una campaña electoral con un evidente electorados volátil.
Lo que implica en la contundencia de los hechos de desorden y conflictos internos, el rol fundamental que juega Alan García en ese contexto, nadie discute su gran liderazgo en los momentos cruciales del Aprismo. Pero ahora, si él no discierne objetivamente que en el imaginario colectivo popular, su liderazgo, su proyecto, su forma de hacer política, ya no conecta con la sociedad y que malamente su figura ha sido mitificada por sus enemigos políticos, como el gran responsable de todo acto de corrupción en sus dos gobiernos. Lo que hondamente la percepción ciudadana, base clave en el sustento ciudadano de todo partido, ha tomado ese calificativo como suyo.
Lo que racionalmente debe conllevar al ex presidente, a tomar la firme decisión de apartarse de toda acción orientada a la innovación y renovación partidaria, para no convertirse en un obstáculo en las diversas medidas que se tomen en mejorar la imagen pública del aprismo. De tal manera, así, con nuevos rostros con capacidad para comprender la política ideológica aprista, como instrumento de cambio, con figuras frescas y limpias, con proyectos nuevos, se conseguirá en la sensación y en ideal de la población el convencimiento que el Apra sigue siendo el partido del pueblo, que constantemente permanece en la lucha por la justicia social en el Perú.