Opinión

¡Convertir el 2025 en el inicio de la transición política!

Por: Víctor Andrés Ponce (*)

Desde el 2016 hasta la fecha el Perú ha transitado uno de los periodos más turbulentos de su historia republicana con seis presidentes en sucesión constitucional, dos golpes de Estado (el cierre inconstitucional del Congreso y el golpe de masas contra el gobierno de Manuel Merino), un intento de golpe fallido de Pedro Castillo y una crisis política que, finalmente, terminó engulléndose parte del modelo económico de las últimas tres décadas (descontrol del déficit y declive de la inversión privada).

Sin embargo, a pesar de la devastación política e institucional, no es exagerado sostener que el sistema republicano sobrevivió y el 2025 se deberá convocar a elecciones generales para el 2026. En otras palabras, no obstante las siete plagas bíblicas que han azotado la política en el Perú y a pesar de que el antisistema llegó al poder, el régimen democrático sigue respirando. Una extraordinaria noticia que revela la resiliencia de las buenas cosas construidas en los últimos 30 años en algunas instituciones y en la economía.

Por todas estas consideraciones, este año los peruanos de buena voluntad deberíamos tratar de convertir el 2025 en el año de la transición política hacia una mínima estabilidad en el periodo 2026 – 2031, una estabilidad que siente las bases de un país en el mediano y largo plazo. Y, ¿cómo se empieza a construir este proceso? Lo primero que debemos reconocer es que la brutal guerra política que desató el progresismo en el Perú luego de la caída del gobierno de Fujimori en el 2000 es una de las causas principales de esta situación. El veto, la exclusión, nunca construyen institucionalidad y desarrollo en la democracia.

Bastaría recordar que en las elecciones del 2001 ganó Alejandro Toledo y el segundo fue Alan García; en los sufragios del 2006 ganó García y el segundo fue Ollanta Humala; en los comicios del 2011 ganó Humala y la segunda fue Keiko Fujimori. Sin embargo, a partir de allí, esa regularidad y alternancia del segundo en las elecciones que comenzaba a construirse en el sistema político se interrumpió por el veto al fujimorismo. Responsabilidades en esta tragedia política hay de todos; pero el origen, la causa de todo fue el veto.

Recordemos eso y entendamos de dónde viene el problema para construir un sistema político viable. La guerra política y la brutal judicialización de la política, incluso, frenaron nuestro camino al desarrollo. Los organismos multilaterales y los economistas más respetados señalaban que si el Perú seguía creciendo sobre el 6% –como en la primera década del nuevo milenio– en el Bicentenario el país podría alcanzar un PBI per cápita cercano a un país desarrollado. La guerra política encumbró a Castillo y la lucha contra la pobreza retrocedió una década.

Por todas estas consideraciones, evaluemos el momento especial del Perú el 2025 y construyamos un camino hacia una transición que nos saque de la guerra política permanente. En ese sentido es fundamental mantener la institucionalidad y los cronogramas constitucionales a pesar de los yerros, despropósitos e irregularidades del actual gobierno, que han llevado al Ejecutivo a tener una de las desaprobaciones más bajas que se conocen. Nadie con buena voluntad puede aceptar el discurso del progresismo –los principales responsables de la debacle y de la actual crisis de representación– acerca de que todo se soluciona con el adelanto electoral.

Por otro lado, el debate nacional debe girar de los casos judiciales y penales hacia las propuestas de los cuatro o cinco candidatos más importantes que empiezan a despuntar electoralmente. A pesar de la fragmentación política y los más de 30 candidatos, ¿es posible que los candidatos más importantes construyan una convergencia sobre las grandes reformas que demanda el Perú?

El asunto del debate electoral es tan fundamental que vale recordar que el envilecimiento de la política desde el 2016 a la actualidad se focalizó en vetos, denuncias y estrategias de exclusión. Es hora de pasar de la guerra, de la judicialización, al debate.

(*) Director de El Montonero (www.elmontonero.pe)