El tema de la violencia contra la mujer es y seguirá siendo un motivo de permanente preocupación para las autoridades y la población en general en tanto que pese a todos los esfuerzos que se hacen para mitigar y reducir la impresionante estadística, los agresores siguen siendo cada día más desafiantes y bravucones.
A nivel legislativo el congreso de la república ha aprobado hace ya más de tres años una ley que endurece las penas contra aquellos cobardes que le levantan la mano a la mujer, a nivel político el Gobierno ha dictaminado políticas de protección a las mujeres agredidas y a nivel social los colectivos civiles han promovida marchas en rechazo y repudio a la violencia contra la mujer.
Sin embargo, nada parece detener a los pegalones, por el contrario, nos queda la impresión que los miserables que apelan a este pusilánime mecanismo de la agresión, se han incentivado y se esmeran mucho más en perseguir, amenazar, insultar, humillar y agredir a mansalva a sus víctimas, generalmente sus parejas o ex parejas.
De allí que existe un consenso para que se castigue con todo el peso de la ley a estos matones que ni siquiera tienen en cuenta que aquel que le levanta la mano a la mujer es considerado un cobarde.
Sin embargo, cuando la agresión sale del ámbito privado o particular y se convierte en un hecho público por la naturaleza del protagonista entonces la cosa cambia y existe la necesidad de detenernos un poquito y reflexionar sobre lo que está sucediendo, para meditar por que el matón ha sido elegido por la mayoría del pueblo.
Nos estamos refiriendo, obviamente, al caso que ha protagonizado la semana pasada el regidor de la Municipalidad Distrital de Nuevo Chimbote, Edwar Palomino Tomás, quien fue denunciado nada más y nada menos que por su propia esposa y sus dos hijos mayores en la comisaria de Buenos Aires tras una agria y violenta discusión en el interior de su hogar.
El incidente fue un escándalo que llegó a los ambientes de la policía, pues el conejal había llevado a extremos de liarse a golpes con su hijo mayor, evidentemente que ha perdido todo el control al interior de su hogar.
Mientras la Policía lo buscó para ponerlo a disposición de la justicia en la medida que el delito que pesa en su contra de Violencia familiar así lo ameritaba, el regidor asesorado por abogados esperó pacientemente que pasen las 24 horas de ley para no ser detenido por flagrancia y luego de ello “se puso a disposición” de las autoridades que, ante la aún incipiente investigación y la necesidad de corroborar los cargos, dispuso que sea citado y puesto en libertad de inmediato.
Lo cierto es que tras estas medidas se han escuchado una serie de situaciones que no dejan de llamar la atención y que describen perfectamente las razones y los reales orígenes de la violencia contra la mujer, que pueden explicar en algo el alto nivel de impunidad que existe en la sociedad frente a hechos de este tipo.
Ello porque un día después los hijos del regidor dieron a conocer que su agresividad para con su madre no ha sido producto de un improntus o un arrebato del momento, por el contrario, señalaron de manera valiente y decidida, que esa odisea de la violencia familiar la arrastra toda una vida, que es una constante durante todo su matrimonio y que ya estaban cansados de ver sufrir a la mujer que los trajo al mundo, por ello estaban denunciando a su mismo progenitor.
Sin embargo, casi paralelamente, la agraviadaÂÂ esposa del concejal sureño, también se presentó ante la prensa local y desmintió que haya sido víctima de agresiones, rechazó los cargos contra su esposo y cuando se le recordó que la denuncia la había formulada ella misma, apeló a la mediocre explicación aquella de “fue un momento de ofuscación”, “Me equivoqué”, “nunca me tocaron”, “pueden verme, no tengo ninguna huella”.
Son los típicos mensajes de quien está condenada a vivir en el mundo de la violencia y terminar como muchas otras mujeres que pensaron que negándolo todo, encubriendo al agresor, podrán estar mejor y olvidar la vergüenza de esta humillación a la que son sometidas ciertas mujeres.
Los integrantes del colectivo civil “Un una menos” de Chimbote, lamentaron la actitud de la mujer, ese viejo molde que las ha llevado a padecer durante muchos años y contra el cual se lucha para despertarlas de su miedo y pudor, por el contrario, relievaron la decisión de los hijos de sostener la denuncia contra su padre y se ofrecieron apoyarlos en lo que se refiere a estos tramites que suelen ser sumamente engorrosos y que desaniman a los promotores de esta clase de denuncias de continuar hasta las últimas consecuencias.
Respecto al caso del regidor han intervenido muchos, el mismo alcalde de nuevo Chimbote que extrañamente lo ha blindado mientras que su esposa, quien es regidora, ha tomado distancia en la medida que de por medio hay un tema muy delicado cual es la violencia contra la mujer.
El agresor en este caso no es “perico de los palotes”, no se trata de cualquier hijo de vecino ni de los muchísimos que aparecen en las crónicas judiciales arrastrando de los pelos a sus parejas o ex parejas, ahora estamos hablando de alguien que tiene la condición de autoridad, de un regidor que ha sido elegido por el voto popular, estamos frente a un funcionario público.
Entonces la cosa cambia, se supone que las autoridades son personas que deben obrar con el ejemplo, deben ser personajes intachables, son los llamados a tomar las banderas de la lucha contra las agresiones y contra la violencia contra la mujer, de ninguna manera pueden ser los promotores de estos repudiables hechos.
De allí que cuando se presentan estos escenarios, la sociedad tiene derecho a defenderse y las instituciones son las que deben poner el pecho por el colectivo civil, en este caso es el pleno de regidores de la misma Municipalidad de Nuevo Chimbote que no puede permitir que el regidor siga en funciones en medio de semejante escándalo. Si no lo hace es porque es cómplice de esta clase se cobardías puestas de manifiesto en las agresiones contra la mujer. Con esta actitud indiferente e impasible solo cunde el mal ejemplo.