Las autoridades, reunidas en el Comité Provincial de Seguridad Ciudadana, decretaron la suspensión de transporte público en colectivos y taxis, así como dispusieron la clausura del mercado Progreso con la finalidad de contener el avance del COVID 19 en la provincia del Santa.
Las medidas, ciertamente radicales, han merecido los cuestionamientos de un sector de la prensa y de algunas personas que, como no podría ser de otra manera, se vieron perjudicadas porque, de pronto, se quedaron sin movilidad y debieron apelar a caminar largos trechos.
Sin embargo, cuando se dicta una disposición, sea cualquiera que fuere su naturaleza, no se puede deslindar caso por caso, el objetivo de las autoridades es detener los elevados niveles de contagio y la alta tasa de letalidad que existe en la provincia y no encuentran otra manera de hacerlo.
Para conseguirlo existe la necesidad de impedir el tránsito de personas y vehículos y los primeros resultados que se observaron la mañana de ayer lunes les dieron la razón, el flujo de personas se ha reducido notablemente y la presencia de gente en las calles se ha limitado a las colas de bancos y farmacias, así como la asistencia a los mercados.
Y había necesidad de actuar “con el garrote” porque lamentablemente las invocaciones de respeto a las medidas preventivas se fueron al tacho de la basura, algo así como reza el dicho popular “a las palabras se las llevó el viento” y las cifras de muertes y contagio se tornaron incontenibles.
Al respecto, la autoridad de salud de Ancash ha estrenado una bien montada Sala Situacional para dar cuenta de los índice de contagio y letalidad que observa la región como consecuencia del COVID 19 y en ella se ha podido advertir el grado de avance e infiltración del virus en las principales ciudades de Ancash.
Y ellas nos dicen, por ejemplo, que en materia de contagios se ha superado la barrera de los 1,500 pacientes, de los cuales sólo en la provincia del Santa se concentran 1063 y la mitad de ellos corresponden a Chimbote.
Algo similar ocurre en lo que concierne a los fallecidos cuya cifra ha llegado ayer a los 121 infortunados decesos, de los cuales 102 corresponden a la provincia del Santa y de ellos 65 son de la ciudad de Chimbote.
De allí que nos llama poderosamente la atención que aún existan escépticos que cuestionen las medidas rigurosas por parte de las autoridades cuando en nuestra ciudad y en nuestra provincia se contagian y mueren a diario los pacientes, no advierten que la capacidad del sector salud ya no soporta más y hay que ayudarlos con nuestro comportamiento responsable, con el acatamiento del aislamiento obligatorio, con el respeto a las medidas preventivas como el uso de las mascarillas y el distanciamiento, esencialmente.
Basta echar una mirada a la enorme diferencia que existe en las cifras entre las provincias de Santa y Huaraz, las cuales representan una décima parte la última de la primera, entonces se entiende por qué la autoridad regional debe darle más importancia y atención a lo que sucede en la costa.
Cierto es que en este tema existe una explicación en la medida que el COVID 19 tiene menor contundencia en los pueblos de la sierra por la diferencia en la naturaleza anatómica de sus pobladores, pues en la zona altoandina tienen un sistema respiratorio más desarrollado, debido a la altura, y por eso a los pacientes de esos lares el virus no los ataca con la contundencia como lo hace en la costa.
Consecuentemente, se tienen que dejar de lado los embates y las piedras en el camino cuando se trata de hacer frente a la amenaza mundial del COVID 19, el éxito de las políticas sanitarias depende del concurso de todos, del aporte y del empuje de cada una de las instituciones de nuestra sociedad civil, de tal suerte que si hay algún disconforme por allí lo mejor que podría hacer es guardar la compostura antes que criticar o perjudicar el trabajo de quienes deben poner el pecho en esta crisis sanitaria que tiene alcance mundial.
Por lo menos de nuestra parte no quisiéramos que la cuarentena y las restricciones se prolonguen más.