El contagio del COVID 19 no sólo ha llegado a niveles impresionantes en las calles, mercados y en las colas de los Bancos, considerados como los principales focos infecciosos, sino que viene acosando y mellando a las instituciones locales, así como al personal que se encuentra en primera línea de batalla para contenerlo.
Una de las entidades más golpeadas, al margen del sector salud que es el más expuesto, es la Policía Nacional, cuyos efectivos no se encuentran aislados y en cuarentena, sino que están prestando servicios de control en las calles para evitar la propagación del virus.
Los custodios del orden no solo patrullan las calles, sino que establecen puntos de control para verificar que no se viole el aislamiento social, para tratar de contener a los irresponsables que lo único que han conseguido con su accionar es colocar a Chimbote como la ciudad más contagiada de la región.
Consecuentemente, si por ese escenario cargado de infección, los efectivos del orden tienen que contaminarse cuando controlan los documentos de la gente, cuando tratan de evitar la presencia de las calles, cuando realizan patrullajes por todos los puntos de la ciudad, lo menos que puede hacerse por ellos es prestarle todo el apoyo necesario para que puedan protegerse de esta enfermedad
Y en esta lamentable coyuntura, poco a poco los efectivos policiales han pasado a las filas de los infectados, varias Comisarías se ha visto precisadas a cerrar sus puertas porque ha sido necesario realizar acciones de desinfección y tamizar a personal a efectos de impedir que todos resulten contagiados.
Hace solo unos días se presentaron casos en las comisarías de Alto Perú, la Comisaría de La Libertad, de Yaután y últimamente en la Primera Comisaría del casco urbano de Chimbote, lo que demuestra que las entidades policiales siguen siendo el primer frente de lucha contra un virus invisible y sumamente nocivo que es capaz de convertirse en mortal cuando alcanza a una persona vulnerable.
De allí que es imperativo que las fuerzas policiales salgan a realizar su trabajo con las medidas de prevención necesarias, quienes hemos recorrido la ciudad por razones de trabajo hemos encontrado a agentes policiales que apenas si tienen una mascarilla, carecen de guantes (que en su caso se convierten en indispensables por tener que coger documentos y verificar autorizaciones) y menos aún con protectores de ojos o trajes que los protejan al regresar a su sede o su domicilio con el virus.
Son más de cinco mil Policías los contagiados hasta el momento y un casi un centenar han fallecido a consecuencia del virus, de allí que se tiene que hacer todos los esfuerzos por proteger a los efectivos policiales, de dotarlos de desinfectantes y de todo lo necesario para evitar un contagio que está virtualmente a expensas de ellos todos los días.
No se puede soslayar que la labor de la Policía no se limita únicamente al control del COVID, también tiene que hacer frente a la mola de la delincuencia y en ese trajín, igualmente, sus efectivos se pueden contagiar.
Hay allí un peligro latente que el gobierno, en primer lugar, y las entidades regionales y locales, deben ayudar a eliminar para no seguir lamentando que más Policías terminen infectados.