Los dejaron como paquetes y siguieron su marcha, los motivó la ambición de la riqueza marítima antes que la vida de sus propios trabajadores, como si la existencia de una persona no valiera absolutamente nada.
Esta es la historia de los empresarios propietarios de la embarcación pesquera “Lima 5”, quienes instruyeron al patrón de la nave para que retorne a puerto y deje a los dos tripulantes que presentaban severos cuadros respiratorios, asimismo que recoja a otros dos que los remplacen para seguir en sus faenas de pesca de anchoveta.
Los dos pescadores fueron traídos a Chimbote y al ser sometidos a la prueba del Covid 19 dieron positivo, es decir, que nunca debieron embarcarse y los demás compañeros de trabajo corren el peligro de haber adquirido el mal.
Poco antes había dejado de existir Simón Gómez Chorres, tripulante de la embarcación “Simi 7”, de propiedad de la empresa pesquera COPEINCA, quien con antelación había dejado las actividades extractivas y fue internado en el hospital III Essalud a consecuencia de severos problemas respiratorios, convirtiéndose de esa manera en la tercera víctima de esa temporada de pesca.
Este triste desenlace antecedió al registrado con el Secretario General del Sindicato de Pescadores “José Olaya Balandra”‘, Hessler Melendez, quien fue igualmente desembarcado cuando comenzó a sentir los estragos de males pulmonares y finalmente internado en el hospital III de Essalud, en donde falleció.
La particularidad de estos casos es que los pescadores afectados fueron sometidos a pruebas de control y periodos de cuarentena con la finalidad de garantizar que los que se hacen a la mar no se encuentren contagiados y no se genere un brote del virus ente ellos.
Pero los hechos en comento dicen todo lo contrario, ponen en evidencia dos cosas: que las pruebas realizadas son defectuosas o que el protocolo solo ha sido un saludo a la bandera y se estableció solo para justificar autorizaciones por parte de la autoridad del sector.
No podemos pensar otra cosa si es que se dice que las empresas pesqueras financiaron las pruebas moleculares, que dicen ser más efectivas, para que se conozca el real estado de salud del pescador y pueda salir a realizar faenas de pesca con el visto bueno de la autoridad ministerial.
Justamente, cuando el Secretario General del Sindicato de Pescadores de Chimbote, Macedonio Vásquez ha lamentado ese tema, se ha preguntado: ¿de qué están enfermándose los pescadores? ¿cómo es que zarpan y en alta mar presentan los síntomas de la enfermedad? ¿Acaso se están enfermando de la nada?
Evidentemente que no, hay allí un engranaje que no encaja y que le permite arrasar las normas legales con la finalidad de saltarse las vallas de un control que realmente no es tal y que es una vergüenza.
Decimos esto porque se pone en manos del control de los pescadores a los mismos empresarios, es decir, a los más interesados que las pruebas resulten negativas y que con ese trámite los autoricen a realizar las faenas, es algo así como “el gato de despensero”.
¿Acaso este control no debería estar en manos de autoridades o de empresas que resulten siendo un tercero entre los intereses de quienes demandaban el reinicio de las actividades pesqueras en medio de la pandemia?
La ministra de la Producción, quien ha ignorado las voces de los pescadores casi al mismo tiempo que accedía a los pedidos de los oligopolios pesqueros, debe tomar nota de lo que sucede en la pesca, será ella quien al final lleve la pesada cruz de un doloroso saldo que ya se vislumbra en la masa de pescadores.
Las cifras dicen que en esta temporada existen 104 pescadores contaminados y 3 fallecidos, por lo menos hasta la semana pasada. No sabemos cuántos más deben sumar esta patéticas estadística de lo que es una reprochable desidia que solo está exponiendo la vida de miles de pescadores para satisfacer las ambiciones lucrativas de los empresarios de ese sector. No sabemos cuán difícil es entender que primero está la vida y la salud de los hombres de mar.