Por CPC Américo B. Piminchumo Palomino
Constitución Política
Articulo No 73.- Todos tienen el deber de honrar al Perú resguardar y proteger los intereses nacionales.
En el famoso cuento de nuestra niñez “ALI BABA Y LOS CUARENTA LADRONES”, las tinajas en primera instancia estaban llenas únicamente de aceite. En nuestro particular y autóctono caso, pregunto, ¿podría ser de otro modo? Claro como no, teniendo en cuenta, el talento y el don de ubicuidad de ciertas inteligencias interesadas y privilegiadas de estar en ciertos puntos estratégicos de la administración pública, como, por ejemplo, ser secretario privado del señor presidente o mejor aún ser secretario de la suprema inteligencia de la nación. ¿No es cierto fray Martin?
En el Perú, siempre hay inteligencias especializadas en estos menesteres, vale decir, en estos folclóricos menesteres. Así fácil y genialmentne las tinajas fueron remplazados por tamalitos digamos de Lucianita, loncheras digamos del alacrán de la guerra que hubo en Corea, Juanes, maletas digamos del “cosito” y de la señora K y de alguna otra menudencia por allí.
Vale decir, la más grande genialidad en consorcio. Herencia de todos los rufianes infames e impunes de nuestra historia, con las debidas excepciones del caso, especializados con maestrías, doctorados en ciencias jurídicas, ciencias económicas incluso poliglotas unos por costumbre y por herencia familiar otros en estafar sistemáticamente a la fe pública de la nación, con premeditación, alevosía y ventaja En la historia universal tal organización solo es comparable con el famoso “caballo de Troya”. Ni más ni menos.
El “sésamo ábrete, “fue remplazado por las garaqntias-empatias que emanaban como efluvios cautivantes de distinguidos y casi honorables y angurrientas personalidades de la flora y fauna de los viejos y relamidos gurús de la economía y de la política de todos los tiempos dé la vida nacional.
Así el duro y puro contenido de la pecunia en Rush Express como el tren de medianoche a Yuma O’clock, llegaba presto. Llegaba como jugando en gran estilo y académica elegancia como otrora jugaban los tres gatitos de pared y de taquito. (Don Tito Drago, el gran Vides Mosquera y el inolvidable “chino” Manuel Rivera Sánchez)
La cueva de agreste montaña fue reemplazada por el hermoso Palacio de Gobierno, con entrega a domicilio, esto es, con delibery presidencial que le dicen a través de interpósita persona para que se cumpla lo que anuncio el profeta de la historieta Mostru Damus, cuando dicen que dijo: Paga, pone y saca presidentes.
La corrupción generalizada y enriquecimiento ilícito ha hecho de esa desdichada nación una republíquela de opereta bufa. Una nación surrealista donde y desde grandes e ilustrados raposos estudios jurídicos administrados con la parafernalia de Walt Disney, están gravemente comprometidos. Por supuesto con las honorables y distinguidas excepciones. Nada es verdad. Todo es puro cuento.
Ante tanta santidad e inocencia dan ganas de llorar. Desde yerros de imprenta para abajo todo es falso. Mienten como vulgares gitanos. La nación y sus sagrados intereses eso es lo que menos importa. Viven el eterno festival de la vendimia, de la farsa leguyesca y de la farra en su alucinante marea lunar de jamás acabar. Como nunca en nuestra historia republicana, la plata llega sola, y para todos los infames e infaustos de la historia hay plata como cancha.
Así la gusanera atea crece y se extiende como sombras cuando viene la noche y en el horizonte de la nación “… la lluvia se desviste y en las tinieblas su aroma vierte semejase a mi musa desolada cantando a la grandeza de la nada y siguiendo los resplandores sombríos de la muerte pasan huyendo los pájaros”.
Brilla en su nefasto y máximo esplendor la premisa fundamental de don Nicolás de Piérola: en el Perú los hombres y las instituciones están falsificados.
La corrupción en apurados compromisos como ayer, hoy para variar tirios y troyanos esto es como siempre empresarios, políticos y abogados. Estos últimos por la pecunia en el papel protagónico de Lazarillo de Tormes.
Por audaces aupados como lapas. Con las honrosas excepciones que el caso amerita, como lapas digo, en esa costra fermentada, purulenta que hiede hace casi doscientos años en ese estupendo papel de celestinas históricas que apadrino el enriquecimiento ilícito y descarado como ahora de la clase dominante en contra de los precarios recursos de la nación.
Desde la fundación de la república y por generación espontánea partieron en alianza tacita juntos y revueltos según sus prosaicos intereses e hicieron de la corrupción una adorable institución. Por así decirlo, una institución tutelar en los bajos fondos de la nación. Institución cuasi legalizada que doblega recias personalidades comprando conciencias y alquilando voluntades.
Así a la sombra de nuestra historia nació de relancina la poderosa republica corrupta poblada y plagada de delincuentes comunes, de los de cuello y corbata, por supuesto los infaltables doctos lazarillos, de los buscones y de los otros también. Individuos desclasados de los más bajos y ruines de la nación. Individuos listos para el robo para el asalto, el asesinato del adversario político si esa es la demanda del Buró político de los capos. Individuos de fácil arribismo, de fácil acomodo y de extrema confianza de los mandos. Así el peculado escandaloso con el patrimonio de la nación, el negociado sin escrúpulos y el festín sin nombre del presupuesto general de la república fue una constante en los últimos doscientos años de vida republicana.
Así según lo expuesto, amable lector, nunca, jamás hubo honradez en la administración de la cosa pública porque “…. encierra el Perú dos elementos enemigos de todo régimen justo y liberal: oro y esclavos. El primero lo corrompe todo el segundo esta corrompido por si mismo”
Así hicieron de la corrupción ilícita y descarada además una institución que funciona por encima de la Constitución y del orden jurídico de la nación. Juntos chantajeados, extorsionados y esclavos unos y por el oro corrupto otros como ahora, la ignoraron adrede según los dictados de sus bastardos intereses, traicionando alevosamente el destino y prosperidad de la nación.
Entonces tenemos lo que tenemos atraso social y miserable abandono sin límites, niñez sin educación y sin destino. El sistema de salud con hospitales de escándalo y de terror por sus infames carencias. La pequeña agricultura hace doscientos años espera y espera en medio de una aplastante pobreza, mientras los negociazos y el faenón están a la orden del día y no se diga de los decretos de urgencia.
Frente a la infamante y toda poderosa república corrupta se levantó en su tiempo como un haz de esperanzas el Tribunal de Sanción Nacional fue cantos de golondrinas de un verano que nunca llego. No llego porque en las tinieblas babaras y siniestras los viejos caimanes de nuestra historia movieron sus peones y alfiles. Vale decir esa red de influencias de pagos de convenidos de favores en todos los niveles comprometidos en delito de peculado con el patrimonio de la nación.
Las fuerzas negras de la historia y los propietarios de fortunas mal habidas asesorados por los doctos lazarillos de entonces por la paga como ahora, cumplieron con descaro tenaz su nefasta misión impidiendo a toda costa el cabal funcionamiento del Tribunal de Sanción Nacional y de las sanciones que nunca llego. Vale decir, contra la república corrupta a la sombra y los poderosos doctos lazarillos por la paga fieles guardianes, hasta ahora ni con el pétalo de una rosa.
Por lo expuesto modestamente, jóvenes del Poder Judicial y del Ministerio Público a limpiar la nación caiga quien caiga. Nuestra historia estremecida de gratitud les reconocerá.
El daño hecho a la fe pública de la nación es inmenso. Tendrá que pasar por lo menos dos generaciones de peruanos para limpiar la carca que nos dejan.
Finalmente, el Perú en el fragor impenitente en busca de un mejor destino por la voluntad general de los pueblos siempre será una gran causa, siempre será más grande que todas las miserias que en incontratables horas nos mande el falaz destino.
Dejo constancia que cualquier parecido con realidad es una coincidencia.
Nada más por ahora.