Editorial

::: UNA VICTORIA PÍRRICA :::

Las agitadas aguas de la política peruana, que se mostraron inciertas y peligrosas al iniciarse la última semana con un pedido de vacancia en marcha, y, que llegaron a su clímax a media semana con la decisión del tribunal constitucional de rechazar la medida cautelar del ejecutivo, concluyó con un acuerdo mayoritario que ha dejado sin efecto la probabilidad que una crisis por desafectación del primer mandatario genere una nueva desestabilización.

En efecto, el rechazo de la vacancia de manera abrumadora, despejó cualquier duda sobre la preeminencia de oscuros intereses políticos sobre los sacros intereses de la patria, entendidos estos con la necesidad de mantener en el cargo a un presidente descalificado, antes que poner por encima la moral del país que había quedado regada por los suelos.

La decisión del congreso tuvo finalmente este sesgo, inclusive, a pesar que envalentonado por el pronunciamiento de algunos voceros sobre la necesidad de evitar una crisis en medio de una pandemia como la que vivimos, el presidente Martín Vizcarra optó por acudir al congreso nacional y presentarse junto a su abogado, por lo menos para dar la cara y negar los cargos antes de retirarse y dejar las cosas en manos del letrado.

Fue en realidad un gesto de quien ya se sentía seguro que no sería desafectado del cargo, era consciente que el país no estaba de acuerdo con una vacancia que nos trasladaba a los mismos y peligrosos escenarios que ya ha vivido y que nos generó una seria secuela de desestabilización de la cual fue sumamente difícil salir.

A diferencia de esos pasaje,s como la renuncia de un presidente, primero, y la disolución de un congreso, luego, las cosas se presentaban en esta oportunidad de manera diferente, especialmente, por el hecho que el presidente Vizcarra es un Jefe de Estado de salida, apenas le quedan 7 meses para que entregue el cargo a su sucesor que será elegido en elecciones democráticas de abril del año próximo.

Inclusive las elecciones ya se encuentran legal y constitucionalmente convocadas, los organismos electorales ya se encuentran trabajando en ese cometido, el mismo parlamento viene aprobando las modificatorias que se requieren para este nuevo proceso eleccionario, de allí que la pregunta que se caía de madura era ¿Existía la necesidada de una transición presidencial en este momento? ¿Se tendría que arriesgar con una nueva crisis política la desestabilización del país cuando nos encontramos a medio año de una transferencia democrática?

En este trance había que apelar a la cordura y la prudencia, había que hacer una suerte de balance en razón que una vacancia presidencial nos colocaba en un escenario en el cual los nuevos gobernantes justificarían la postergación de los comicios, la propia Constitución establece que los comicios convocados ya no tienen valor en  razón que son los reemplazantes del Palacio de Pizarro los que tendrían que legalmente convocar a elecciones y allí se tendría que variar los cronogramas.

Por muchas razones no convenía que se sancione un  acuerdo de vacancia, ello solo alentaría a los sectores radicales que promovieron esta moción y la respaldaron hasta el final, sin embargo, los partidos democráticos no podrían pisar el palito y los resultados demuestran que ello ocurrió al final.

La votación de la vacancia es un calco de lo que había ocurrido apenas unos días ates en el parlamento nacional con la moción de censura de la ministra de economía María Antonieta Alva, quien salió bien librada de una destitución por 73 votos en contra, es decir casi la misma cantidad de votos con los que se ha rechazado la vacancia presidencial.

El rechazo de la vacancia ha sido sellado con los votos de los partidos Acción Popular, Alianza para el Progreso, Fuerza Popular y Somos Perú, a los cuales se suma el Partido Morado. Ellos han dejado de lado el radicalismo de Unión por el Perú, el grupo político en el que se guarece Antauro Humala, y el Frepap, a los cuales se suma el indeciso Podemos Perú. Podría tratarse de una nueva mayoría en el congreso, una que ha gestado el propio Vizcarra y que podría conseguir liquidarlo en cualquier investigación si se lo propone.

Hace dos años atrás el presidente Vizcarra manejaba a su antojo al parlamento al ponerlo contra la pared con la cuestión de confianza, mecanismo con el cual lo fulminó, sin embargo, ahora el congreso lo tiene en sus manos, dudamos que vuelva a pecharlo y desafiarlo como lo hacía hasta hace solo unas semanas, cuando el país no conocía los audios de la vergüenza que han catapultado su popularidad y que le ha otorgado una victoria pírrica con el rechazo de la vacancia presidencial.