Cruel ironía. No bien acaba de iniciarse la tan esperada vacunación contra la epidemia del coronavirus y lo primero que ha quedado al descubierto es la subsistencia de otra epidemia que corroe al Perú desde hace muchísimos años. Nos referimos a ese mal endémico, igual de dañino e inhumano, enraizado en las más altas esferas del aparato estatal, llamado aprovechamiento indebido del cargo.
Mientras se hallaba al frente de la primera magistratura de la Nación, el ex presidente de la república Martín Vizcarra Cornejo y un grupo privilegiado de 487 funcionarios, no tuvieron el menor escrúpulo en aprovechar su condición de allegados al gobierno para hacerse vacunar contra el Covid 19, todo ello a escondidas del Perú.
En el peor de los casos, este privilegio tal vez hubiera pasado por agua tibia si la vacunación se hubiera hecho con pleno conocimiento del país y en forma totalmente transparente. Pero hacerlo a escondidas y haberlo negado por tanto tiempo, confirma que los privilegiados eran conscientes que estaban actuando mal.
Las pruebas de la vacuna estaban dirigidas al personal médico que se halla en la primera línea de lucha contra la epidemia, y asimismo a un grupo de voluntarios debidamente registrados. Eso iba a permitir la elaboración de un mapa bien detallado a efectos de llevara a cabo el proceso de vacunación con la debida estrategia y cobertura.
Pero aparte de Vizcarra, otra de las personas que se acogieron a este beneficio fue la ex ministra de salud Pilar Mazzeti, la capitana del buque insignia encargado de liderar el combate contra el virus. Lejos de inspirarse por lo menos en el ejemplo de Miguel Grau, ella fue la primera en sacar la vuelta al combate. El solo hecho de provenir de una ministra de estado, esta actitud encierra un mensaje que inquieta y desalienta al país ya que bien puede sintetizarse en tres fatídicas palabras: ¡Sálvese quien pueda¡
Que eso lo haga cualquier hijo de vecino en medio de la desesperación y la falta de criterio, se acepta. Pero no se puede acepta de funcionarios públicos comprometidos con la salud del país. Por muy personal que haya sido su actuación, no deja de comprometer al Estado.
Qué lástima que esta desafortunada actuación haya perjudicado la imagen del Perú ante la comunidad internacional. Por todo lo sucedido, cualquiera diría que somos un país desunido, donde todavía imperan privilegios. Cosa que por supuesto jamás debemos aceptar.
Algo que tampoco podemos pasar por alto es la necesidad de insistir en el mejoramiento de la calidad del aparato estatal. No basta que quienes ocupen un cargo público posean una excelente formación académica y probada experiencia laboral, si es que este atributo no va acompañado de una también probada capacidad moral. Sino ¿de qué sirve el término de servidores públicos?
Debido a sus implicancias y repercusiones, el caso protagonizado por estos privilegiados tendrá que ser materia de una amplia investigación que seguramente derivará en sanciones de carácter penal. Cualquier perdón sería injustificable.
De la misma manera en que todos ellos juraron por Dios y por la Patria cumplir fielmente el cargo que les confió la Nación, así también habrá que esperar ¡Que Dios y la Patria, os juzguen!