Editorial

::: UN AÑO DE ANGUSTIA, DOLOR Y LÁGRIMAS :::

Un día como hoy, hace exactamente un año, el Perú fue oficialmente declarado en estado de emergencia sanitaria. Hasta entonces, la gran mayoría de la población no sabía con exactitud el significado y los alcances de esta medida. Nunca antes habíamos vivido una experiencia similar, ni siquiera cuando hemos tenido que soportar el embate de los desastres naturales a los que ya estamos tan acostumbrados.

Por primera vez, los treintaitrés millones de peruanos teníamos que cumplir la orden de una cuarentena general y una inmovilización social. Ante la necesidad de salir a la calle, tendría que ser solo por razones justificadas, en determinados horarios y guardando protocolos nunca antes imaginados. La lucha contra la pandemia nos mantiene a los peruanos sometidos a un estado de guerra.

Como era previsible, la orden de inmovilización y confinamiento obligatorio trajo consigo una inevitable disyuntiva. Para el peruano de a pie, aquel que vive del día a día, la obligación de cuidar la vida y la salud es  tan importante como tener que salir a trabajar. Para él, una cosa depende de la otra. Descuidar una de ellas, equivaldría a descuidar las dos cosas al mismo tiempo

Por otro lado, en una economía como la nuestra, dominada en un 60 por ciento por la informalidad, el impacto del confinamiento social no tardó en golpear con toda su fuerza precisamente a los sectores menos favorecidos de la población nacional. En una mezcla de desesperación e impotencia, el clamor de esta población repercute a diario en todos los rincones del país: si no trabajo, no como, y si no como, me muero de hambre.

Aún así, a medida que pasaban los días y mientras abrigábamos la esperanza de hallarnos ante una emergencia pasajera, el virus no se compadeció en demostrarnos toda su letalidad. Ningún centro de salud era capaz de detener el aumento de contagios y fallecimientos. ¿Cómo enfrentar esta guerra desigual?

Consciente de esta cruda realidad, a fines de mayo el gobierno se vio en la necesidad de permitir la reactivación de algunas actividades económicas, especialmente aquellas que generan mayores puestos de trabajo. Entre ellas, construcción civil, pesca y minería, así como también la reapertura de algunos centros comerciales y establecimientos de atención pública. La economía empezó a dar señales de recuperación.

Ante este alentador indicio, a mediados del año pasado el gobierno flexibilizó otras restricciones, que permitieron reactivar el turismo y otras actividades relativamente masivas. Fue sin embargo la celebración de las fiestas de navidad y año nuevo, los eventos que nos devolvieron a la realidad. El embate de la segunda ola nos hizo comprender que aún no era tiempo de cantar victoria.

El inicio del 2021, marcó a su vez el reinicio de una nueva cuarentena y el retorno de algunas restricciones, pero al mismo tiempo la puesta en marcha del esperado proceso de vacunación. Sin caer en exceso de optimismo, creemos que este proceso va a inclinar a nuestro favor la lucha contra la pandemia. La experiencia que están viviendo otros países

Otra buena noticia. Para hoy martes se ha programado el inicio de la vacunación a las personas de la tercera edad de la región Ancash, que incluye a los miembros de la Policía Nacional y de las Fuerzas Armadas.

Pues un último reporte de la Dirección Regional de Salud da cuenta que nuestro departamento, aún mantiene una tasa de 14.3 fallecimientos al día, que se espera comience a disminuir.

Después de un año de angustia, dolor y lágrimas, el día de hoy estamos iniciando una nueva jornada, esta vez marcada por la esperanza y el deseo de hacer las cosas cada día mejor. La lucha no se ha detenido, va a continuar, pero tengamos la seguridad que será con mejores resultados, lo cual dependerá de todos y cada uno de nosotros.