Editorial

::: MORIR DE SED HABIENDO TANTA AGUA :::

Para  el presente año el Ministerio de Vivienda, Construcción y Saneamiento ha destinado una inversión de 1,044 millones de soles para la ejecución de obras y la formulación de estudios, en ambos casos relacionados con los servicios de agua potable y saneamiento en las veinticuatro regiones del país. Pero de todo ese monto, apenas 13 millones de soles se invertirán en la región Ancash, es decir 1.1%.

Con este irrisorio porcentaje, Ancash aparece en el décimo lugar de la tabla de priorizaciones. Está por debajo de Loreto (102 millones), Arequipa (57 millones), Cajamarca (48 millones), Cusco (37 millones), San Martín (32 millones),  Tacna (29 millones),  Amazonas (25 millones), Ucayali (25 millones) y Junín (23 millones).

El escepticismo  que surge frente a esta priorización gubernamental, hace inevitable que los ancashinos nos formulemos algunas inquietudes sobre el particular. ¿Tan óptimas son las condiciones de los servicios de agua potable y saneamiento que disfrutamos, como para darnos el lujo de no gestionar una mayor inversión? ¿Estamos plenamente satisfechos con la cobertura y la calidad de estos servicios?.

Por supuesto que no. Los índices respecto a  esta situación no son precisamente los más alentadores. Solo en  Chimbote y Nuevo Chimbote, más del sesenta por ciento de la población carece de estos servicios, mientras el cuarenta por ciento que dispone de ellos, no lo disfruta en forma satisfactoria.

El abastecimiento de agua potable que Sedachimbote brinda a sus usuarios,  en ningún caso cubre las 24 horas del día. Es un servicio con las horas contadas. Aparte de tener que soportar  un racionamiento inversamente desproporcionado,  el usuario  tiene también que sufrir   prolongados cortes de suministro, la mayoría de ellos sin aviso  previo.

La razón de esta es que Sedachimbote, con más de treinta años de existencia, hasta hoy no tiene autonomía de captación. Es un intermediario que compra el  agua del río Santa destinada a los agricultores del canal IRCHIM, para luego revenderla  a sus usuarios. Cada vez que los agricultores requieren de una mayor captación, o tienen que realizar la limpieza del canal, cierran sus compuertas y quienes pagan las consecuencias  son los usuarios de Sedachimbote.   

No se entiende por eso  cómo es que, con tantos años comprando pan para vender pan, Sedachimbote no haya  decidido instalar su propia fuente de captación y por consiguiente construir una atarjea para no tener que depender de terceros.  Eso lo hace la mayoría de ciudades, incluso con menos población que Chimbote y Nuevo Chimbote.

En lo que respecta a la provincia del Santa, agua hay y en abundancia; lo que sucede es que este valioso recurso no está siendo bien aprovechado. En otras palabras, mientras la naturaleza es generosa, la mano del hombre deja mucho qué desear.

En esta tierra privilegiada, existen tres grandes ríos, Santa, Lacramarca y Nepeña. Los dos primeros traen agua los 360 días del año, cosa que no sucede con la mayoría de los ríos que desembocan en el  océano Pacífico. Como si esto fuera poco, tenemos asimismo una inmensa napa freática, todo un mar subterráneo de agua dulce, suficiente para  rebalsar no una sino decenas de atarjeas.

Si el Ministerio de Vivienda tuviera que ser justo y equitativo,  no hubiera castigado a Ancash con el 1.1% del presupuesto por este concepto. Se nos ocurre que las municipalidades no han elaborado proyectos de inversión de agua potable  lo suficientemente sustentados, ya que de haber sido así, otra sería nuestra suerte.

Por una de esas ironías de la vida, cada vez que vemos a decenas de personas humildes haciendo cola para llenar un balde  agua en medio de los arenales, acude a nuestra memoria aquella canción de nuestro recordado paisano Aldo Guibovich, cuya letra dice  “morir de sed, habiendo tanta agua”.