Editorial

LA VERDAD DE LA MENTIRA

Caso Morillo:

La sentencia estaba cantada y tarde o temprano iba a tener que oficializarse. El primer juzgado penal unipersonal de Huaraz ha impuesto al encarcelado gobernador regional de Ancash Juan Carlos Morillo Ulloa una pena de cuatro años de prisión suspendida por haber cometido el delito de falsedad genérica en agravio del Jurado Nacional de Elecciones.

Como se recuerda, en la declaración jurada que presentó a la hora de inscribir su candidatura, Morillo no tuvo el menor remordimiento de conciencia  en ocultar deliberadamente  la existencia de dos condenas judiciales en su contra por abuso familiar. Gracias a esta artimaña logró  lo que tanto quería: ser elegido gobernador de Ancash. Pero como quiera que la mentira tiene patas cortas, por más que trató de mantenerse al margen de la ley, finalmente no ha podido escapar de las manos de la justicia.

La mencionada sentencia inhabilita a Morillo a ejercer cualquier cargo público en los dos próximos años, lo que significa, ahora sí en forma concluyente, su alejamiento definitivo del gobierno regional. En el año cronológico que aún le queda a su gestión y teniendo en cuenta los procesos por corrupción que viene enfrentando a la fecha, su sueño de volver a dirigir los destinos de Ancash, a estas alturas ya parece imposible.

Como se puede ver, de nada le valió haber insistido en hacer creer que el delito que cometió fue en forma involuntaria y no una artimaña muy bien premeditada. Por esa razón, apenas vio que su situación jurídica empeoraba,  trató desesperadamente de acogerse al beneficio de oportunidad y se anticipó a reconocer su falta. Pero ya fue demasiado tarde, su suerte estaba echada. ¿Qué otra cosa podía esperarse de alguien que se burló del electorado ancashino  valiéndose de una mentira más grande que el Huascarán?.

La ejemplar sentencia a la que Morillo acaba de hacerse merecedor, ha vuelto a poner en el tapete dos cosas que hace mucho tiempo son motivo de honda preocupación.  La primera tiene que ver con el nivel de cultura política que impera en la región Ancash y que deja muchísimo qué desear.  Aquello de mentir en forma descarada y ganar una elección a como dé lugar, sin importar las normas legales ni de ética, se ha convertido en uno de los deportes favoritos de nuestra región. La mayoría de nuestros políticos y candidatos lo practica diariamente a estadio lleno.

Pero Morillo no es el único. Antes de él aparece Waldo Ríos Salcedo, quien participó y ganó las elecciones regionales del 2014 a pesar de hallarse procesado  por un delito de corrupción  del que fue protagonista cuando desempeñó la alcaldía provincial de Huaraz. Como consecuencia de esta falsedad, antes de cumplir dos años al frente de la gobernación de Ancash Waldo Ríos Salcedo fue sentenciado y recluido en el penal  Víctor Pérez Liendo de Huaraz. Su reemplazante,  Enrique Vargas Barrenechea no tardó en seguir sus pasos por afirmar falsamente en su hoja de vida haber realizado estudios de cocina que el vecino país de Chile.

Por supuesto que en ambos casos, gran parte de la culpa recae en el Jurado Especial de Huaraz. En vez de atender el llamado de alerta que hicieron los medios de comunicación, el órgano electoral prefirió hacerse de la vista gorda y  permitió que la mentira se impusiera.

La segunda preocupación se refiere al hecho de que, como consecuencia de estos errores  electorales, Ancash  está en vísperas de acumular cuatro años más de inestabilidad y desgobierno: el caldo de cultivo propicio para seguir gobernados por la incapacidad, ocupando asimismo el segundo lugar de corrupción a nivel nacional. Esa es la verdad como resultado de tantas mentiras.