Opinión

CERVEZA, VINO Y POR SUPUESTO FÚTBOL

Por : Miguel Rodriguez Liñán (*)

Es lo primero que veo en las escaleras que suben del bulevar de Atenas hasta la estación de trenes Saint Charles: ingleses. Salgo después del café a llamar por teléfono en la estación (ahora, de regreso a Marsella, estreno domicilio en la rue des Héros), está muy cerca, a veces muy temprano se oye la voz en los altoparlantes que anuncia itinerarios.

La temperatura ha bajado en comparación a los calores prematuros de la semana pasada, hay que andar con cuidado, un resfrío se agazapa en cada esquina, una faringitis en cada plaza. Hoy sopla un viento frío medio traidor que no es el mistral. La tramontana será. O el viento del oeste. Sopla y sopla. La gente acostumbrada al buen tiempo suele ser friolenta en el sur, por eso nos arropamos. En cambio, para los ingleses es el verano. ¡Son tan numerosos! Exhiben con orgullo la camiseta de rayas verticales negras y blancas del New Castle FC. Han llegado miles y miles por cielo y tierra, seis mil, siete mil, ocho mil, no se sabe, y de todo tipo, desde los jóvenes y las inglesitas que vi esta mañana, hasta los gordos rojos, altos, corpulentos, escandalosos bebedores de cerveza que gritan en la estación del metro rumbo al fortín del Olímpico: el estadio Velódromo que se encuentra en el boulevard Michelet, cerca del Ovalo del Prado.

Hay buen ambiente, todo es convivial, los gritos y las arengas parecen de niños grandes. Estos hinchas deben ser carniceros, comerciantes, funcionarios. No son los hooligans, esos chicos malos. Y los hinchas duros del Olímpico, los ultra fanatics, ya deben estar en el estadio. Van directamente de la última estación de metro –probablemente en Saint-Antoine– hasta la estación más próxima al estadio (Rond Point du Prado), desde muy temprano, llenan lugares estratégicos en las tribunas norte y sur. Sólo cuando juega el Olímpico el Metro permanece de servicio hasta las doce de la noche, y no hasta las nueve como de costumbre, o sea, para permitir que los chicos malos marselleses regresen a sus predios y no se queden en la ciudad y causen disturbios si nuestro equipo pierde.

Esta noche, una hora antes del partido, la Prefectura emitió una orden de último minuto: ha quedado prohibida la venta de cualquier tipo de bebida alcohólica en las estaciones de gasolina y en las tiendas del centro; pero los ingleses, aparte de que no han perdido el tiempo, son precavidos: han traído su propia artillería en cajas y bidones.

Por la tarde, los vi hacer turismo. Notre Dame de la Garde, el Palais Longchamp, las playas por el lado del hipódromo Borely. Invaden algunos bares de la Canebière –para júbilo de los dueños, ya que los ingleses, así como los alemanes, son excelentes consumidores de cerveza– y los bares del Vieux Port… ¡Qué atrevidos son los ingleses! Entran ruidosos y más niños que nunca al Bar del Olímpico ¡Ahora están en el Bar de la Marine! ¡También en la orilla opuesta! ¡En el Bistro de Paris! ¡En el Bar la Caravelle! ¡Algunos entran al Bar le Marengo! ¡Allí los espera Dédé, el fumador de habanos! Cerca del Bar de la Marine hay otro donde no venden la cerveza por litros sino por metros. Un tubo de plástico transparente de setenta centímetros con un cañito y llave para que cada bebedor se sirva a su propio ritmo: allí están los ingleses.

Con el apuro de la mudanza no pude convalidar, en París, en el Quai d’Orsay, el carnet del Diario de Chimbote por su equivalente francés, que permite entrar a todo tipo de concierto, espectáculo o partido de fútbol. De modo que esta noche iré a ver el partido con un amigo en el Bar de la Blancarde, por donde pasa el tramway. Llego algo atrasado, Ernesto ya está comiendo un sándwich y tomando una cerveza local. Sinceramente, aparte de la 1664, a mí no me gusta ninguna cerveza made in Francia. En el peor de los casos, una Heineken holandesa; y si el bolsillo lo permite, cerveza irlandesa en pinte: una Guiness, una Kilkenny, una Beamish Red. La corona de espuma baja paulatinamente, y hasta que se acaba el néctar nos queda un bigotito de espuma, hay que limpiarse, y pedir otra por supuesto. El Bar está repleto, la gente come, toma vino, todos esperando impacientes el partido que veremos en pantalla gigante, haciendo comentarios, algunos medio crueles, chovinistas pero humorísticos, como por ejemplo éste: « On va les manger saignants ces rosbifs » (Vamos a comernos medios crudos a estos rosbifs). El rosbif  es una carne tierna que se come rosada o roja al interior; por su lado, los ingleses les dicen froggy (ranitas) a los franceses, lo que debe ser un apócope de frog eater (comedores de rana, por eso de las ancas de rana). Esta noche, pues, se enfrentan los rosbifs contra los comedores de rana en el estadio Velódromo. El que gana pasa directamente a la final en Göteborg… pero los jugadores del Olímpico no son froggys para nada; por froggy entiéndase el francés de raza blanca. Los jugadores del Olímpico conforman un cócktail racial variopinto. Beye y N’Diaye son marroquíes, ambos juegan en la selección de su país; Hedmani es argelino, también juega en la selección de su país; Meite y el gran goleador Didier Drogba son africanos de la Costa de Marfil; Ferreira es brasileño… yo creía que el lateral izquierdo Dos Santos también lo era, pero no, es un marsellés de origen tal vez mozambiqueño, angolano o portugués. Y Vachusek es checo. Empieza el partido en la pantalla gigante, y como no hay Guiness pido una jarrita de vino rosé local, empiezan dominando Shearer y sus muchachos, sí, dominan de verdad, hasta merecen meter goles, pero, como bien se sabe, la ley del fútbol es implacable para quien puede hacerlos y no los hace, o sea, el que no mete goles los ve hacerlos. Y cuando termina el partido salimos todos como locos rumbo a la Can (la Canebière), luego al Vieux Port, no hay el menor incidente entre los hinchas, de modo que esta noche a tomar cerveza como los ingleses. Nos tomamos una última Kilkenney en un pub irlandés llamado The Black Unicorn, en el boulevard Chave. Y nos sentimos muy contentos, vamos a la final contra el Valencia en Göttenborg… Allez l’OM !

MARSELLA, 6 MAYO DEL 2004(Olímpico – New Castle)

(*) Escritor y Poeta, radicado en Francia.