En las últimas semanas el Ministerio Público estuvo en el ojo de la tormenta y no es por los méritos que resulten de su actividad sino, precisamente, todo lo contrario, porque sus integrantes han sido protagonistas de situaciones realmente lamentables que no dicen nada bien de su capacidad e idoneidad para el ejercicio del cargo.
Ello porque los jueces les han devuelto las carpetas para que subsanen deficiencias o porque no han calificado correctamente los delitos, inclusive, los hubo de aquellos que ni siquiera se presentaron a la audiencia y frustraron los juicios orales a pesar que su participación no puede estar ausente.
En medio de todos estos incidentes, se registró uno que no ha dejado de llamar la atención y es el que protagonizó la Fiscal Superior Adjunta Karla Zuloaga Pajuelo, quien toma parte en el juicio oral que se sigue contra los acusados por el fraude millonario a las arcas del gobierno regional con el caso de la desratización y fumigación.
Ello porque la Fiscal presentó a uno de sus testigos de cargo y procedió a interrogarlo por varios minutos, hasta que debió intervenir el Juez Superior Daniel Vásquez Cárdenas al advertir que algo no encajaba en las respuestas de la persona que fue llevada por la Fiscalía para corroborar los cargos delictivos.
Sucedía que Miguel Acevedo Rodríguez, como se llama este testigo, no tiene relación alguna con ninguno de los imputados, no los conoce; su empresa JBC tampoco brinda servicios de fumigación ni desratización y menos ha sido mencionada por alguno de los imputados.
Es por ello que las preguntas que efectuaba la Fiscal caían en saco roto, eran respondidas de manera negativa por el testigo porque en realidad era totalmente ajeno al proceso penal y fue el Vocal ponente quien advirtió este hecho y tras interrogarlo por el origen y la naturaleza de la empresa se dieron cuenta que el testigo no correspondía a este proceso, el RUC de su empresa no correspondía a ninguna de las que formaban el consorcio que está implicado en el sonado caso de la desratización.
Los magistrados debieron pedirle disculpas al testigo por haberle hecho perder el tiempo pero este incidente no pudo quedar solo como un caso anecdótico sino que expone seriamente el rol que cumple la Fiscalía, no es posible que siendo el órgano que tiene la carga de la prueba lleve a juicio a testigos que no tienen relación al proceso.
Aparentemente, los Fiscales no están metidos en lo que es su función, están seriamente distraídos o no se encuentran suficientemente preparados como para llevar adelante el rol acusador que le reserva la ley, por lo menos en las últimas semanas están demostrando que el cargo les viene quedando ancho.
En el caso que nos ocupa, por ejemplo, la Fiscal Karla Zuloaga se decidió a poner trabas al trabajo de la prensa en medio de una audiencia que era pública, a gritos le prohibió a los periodistas que fotografíen a dos de los acusados del caso desratización, justamente, aquellos que han tratado de deslindar sus culpas descargando la responsabilidad en otros y por ello han sido desmentidos en encendidos careos ordenados por la Sala.
Empero, ¿puede una fiscal prohibir que un periodista tome fotografías en el marco de una audiencia pública? Es evidente que no, por ello llamó la atención que para justificar esta arbitraria exhortación alegaba que se trata de “testigos protegidos” por su entidad.
Sin embargo, ninguno de los investigados tiene esa condición, por el contrario, los dos “protegidos” por la Fiscal son en realidad procesados que llegaron a un acuerdo de conclusión anticipada con su despacho, sin embargo, no fue aceptado por la Sala y por ello debieron responder el interrogatorio con las supuestas delaciones que estaban decididos a efectuar.
Si esto es así, la actitud vertical de la Fiscal se concilia con el tremendo papelón que hizo en el curso del juicio oral cuando presentó como testigo a una persona que no tenía relación alguna con el proceso. Esto solo forma parte de elocuentes falencias que se advierten en el Ministerio Público de Chimbote y se espera que haya la suficiente manija y dirección como para enrumbarlo.
UN SENTIDO ADIOS
Víctima de una enfermedad cancerígena que lo acabó en pocos meses, la semana pasada dejó de existir el Ingeniero Alberto Alfaro Beltrán, quien fue dos veces alcalde de Chimbote y Presidente del Gobierno regional, poco antes que fuerza intervenido en abril de 1992.
A los 81 años de edad y cuando aún desempeña lucidamente sus funciones, el Ingeniero Alfaro nos ha tomado la delantera, dejando una estela de tristeza y congoja en la comunidad Chimbotana, en la cual abrazó una serie de instituciones y dependencias que dirigió y administró con marcado acierto.
Conocido por sus amigos como “Chaco”, el Ingeniero Alberto Alfaro tuvo activa participación en la vida social, institucional y política de la ciudad, fue militante del viejo cuño del Partido Aprista Peruano, agrupación con cuyos símbolos y colores llegó a ganar la Alcaldía Provincial del Santa en dos oportunidades en los años 1986 y 1989.
Justamente, tras un primer período destacado, el extinto alcalde fue reelegido para un segundo período en medio de la vorágine de la gestión gubernamental aprista, sin embargo, llevando la representación provincial fue convocado para que asuma las riendas del gobierno regional en el naciente proceso de descentralización y cuando por entonces se denominaba Gobierno Regional Chavín.
Muchos recuerdan que para poder cumplir este encargo, Alberto Alfaro debió dejar la ciudad, desatender a su familia y trasladarse a Huaraz, inclusive, fue en esta labor que lo encontró la disolución del congreso de la república y de todos los gobiernos regionales, en Abril de 1992, cuando ya estaba al frente del gobierno central Alberto Fujimori. Desde entonces, el ex alcalde ha desempeñado una serie de importantes cargos y ha llevado representaciones estelares, una vida totalmente identificada con Chimbote que, definitivamente, lo recordará y lo llevará en su memoria a pesar que las actuales autoridades municipales, presumiblemente ganadas por la mezquindad, se olvidaron de él. Descansa en Paz estimado “Chaco”.