Intolerable daño ambiental:
El procesamiento clandestino de la harina de pescado conocida como “harina de pampa” es una actividad tan antigua como la propia industria pesquera. Data de mucho tiempo atrás y se mantiene ante la vista y paciencia de propios y extraños. Obviamente esta harina está muy lejos de ser un producto de primera calidad, y ni siquiera de segunda, pero tiene una gran demanda en el mercado nacional como materia primera para la elaboración de alimentos balanceados. Desde Trujillo, Chancay y otros lugares del país llegan clientes para llevársela por camionadas.
En esa misma línea se encuentra el aceite de pescado que también se procesa en forma clandestina y es requerido para la fabricación de pinturas, grasas y productos similares. Demás está decir que la elaboración ilegal de ambos productos, incluyendo su comercialización, representa un lucrativo negocio para quienes se dedican a ella.
Tanto el aceite como la harina de pampa tienen como materia prima los deshechos que proceden de las fábricas de conserva y harina de pescado. Esto es: cabezas, vísceras y espinazos. Pero resulta que estas fábricas formales no solamente están facultadas sino también obligadas por el ministerio de la Producción a reciclar estos deshechos. De esa manera los industriales pueden obtener hasta diez toneladas diarias de harina de segunda calidad, con lo cual no habría necesidad de hacerlo en forma clandestina y mucho menos de causar una grave contaminación ambiental. Sin embargo, según ha trascendido, algunos industriales pesqueros prefieren deshacerse de estos residuos por razones de costo, sin importar las consecuencias.
Esa es la razón por la que toneladas de residuos de pescado van a parar a terrenos descampados donde permanecen varios días secándose al sol. Luego son procesados en forma artesanal, prescindiendo de la más mínima norma de higiene y salubridad. Como es de imaginar, estos deshechos en descomposición despiden un olor nauseabundo y atraen enjambres de moscas y roedores que ocasionan un malestar insoportable al vecindario. Ni qué decir del grave problema de contaminación que esto representa para la ciudad.
En más de una ocasión el Diario de Chimbote ha hecho pública la queja de agricultores y vecinos, víctimas de este insoportable malestar, situación que, repetimos, no es ninguna novedad ni un secreto para nadie. La producción de harina y aceite de pampa es un problema que convive con Chimbote y Coishco desde hace más de cincuenta años.
Sorprende por eso, por decir lo menos, que recién el martes de la presente semana personal del ministerio de la Producción y de la Fiscalía Especializada en Materia Ambiental, FEMA, hayan intervenido un enorme corralón en la zona de Huamanchacate, a espaldas del distrito de Coishco, donde se venía realizando esta actividad.
El mencionado corralón abarca aproximadamente 3,000 metros cuadrados y está cercado con ladrillo y columnas de concreto. En su interior se encontró 64 cocinadores artesanales que contenían 4,600 kilos de residuos hidrobiológicos en pleno procesamiento y 15 toneladas de pescado secándose a la intemperie.
En ese sentido, es de suponer que, tanto la presencia como la actividad de este corralón, además del movimiento permanente de personas y vehículos, es algo que no tenía porqué pasar por desapercibido tantísimo tiempo. Y lo mismo se puede decir de las pampas de secado que ya han colmado la paciencia de los agricultores y vecinos de la zona de Tres Cabezas sin que hasta ahora hayan sido intervenidas. El boom de la pesca no puede llegar a estos extremos.