Vieja costumbre municipal:
A comienzos de la década de 1990, durante la breve gestión del alcalde Marcos Benites Guevara, la Municipalidad Provincial del Santa donó a la Universidad Nacional del Santa un terreno de más de 500 metros cuadrados, situado en la esquina de la avenida Gálvez y el Jirón Espinar, para la construcción de un gran centro internacional de convenciones. Como es menester, la donación fue aprobada previo acuerdo de concejo y oficializada mediante resolución de alcaldía, siendo finalmente inscrita en la oficina de Registros Públicos a favor de la UNS.
Pero no pasó ni un año, cuando entre gallos y media noche otro alcalde autorizó que un grupo de comerciantes ocupe este terreno para el funcionamiento de un mercado, según se dijo, con carácter provisional. Han pasado treinta años desde entonces y actualmente los comerciantes no solo continúan en posesión del terreno sino también han acudido a una serie de argucias legales, y de otra índole, para quedarse definitivamente con él. Inexplicablemente, ante esta desafiante e ilegal actitud, la municipalidad mantiene la más absoluta indiferencia.
Como ha quedado en claro, el caso del terreno de propiedad de la UNS es una bomba de tiempo que ha pasado por manos de más de una decena de alcaldes, sin que ninguno de ellos haya sido capaz de fajarse bien los pantalones y poner las cosas en su debido lugar. Todos han preferido que las cosas continúen como están, sin levantar mucho polvo, y sin hacerse problemas ni con Dios ni con el diablo.
Puede ser que como resultado de esta falta de autoridad municipal Chimbote haya ganado un nuevo mercado, pero lo cierto es que ha perdido un centro de convenciones y la oportunidad de colocarse a la altura de otras ciudades que a mucha honra sí lo poseen.
Pero eso no es todo. Apelando una vez más al manoseado argumento de “ocupación provisional”, la saliente gestión del alcalde Roberto Briceño Franco ha reubicado sobre el gramado del estadio Manuel Gómez Arellano a decenas de comerciantes que hace más de un año fueron desalojados del mercado El Progreso. En realidad, el burgomaestre se ha visto obligado a tomar esta decisión porque en situaciones como ésta no son las autoridades municipales las que mandan y marcan el paso, sino los comerciantes. Éstos no aceptan ocupar terrenos alejados y carentes servicios básicos. La municipalidad los ha acostumbrado a obtenerlo todo fácil y a estas alturas no sería nada raro que estén pensando en quedarse para siempre en el estadio Gómez Arellano, privando a Chimbote de un histórico espacio deportivo.
Mientras tanto, otro grupo de comerciantes viene ocupando, también en forma “provisional”, el terreno destinado para la construcción de la cuna municipal Jesús de Nazaret, que se halla en la parte alta de barrio San Pedro, desconociéndose hasta el momento cuál podría ser el desenlace.
Cuando faltan escasos ochenta días para el inicio de una nueva gestión edil, todo parece indicar que estos problemas van a quedar sin solución. En una lucha ya perdida contra el tiempo, la gestión del alcalde Roberto Briceño va a dejar en manos de su sucesor éstas y muchas otras bombas de tiempo.
Aún cuando, repetimos, no existe ninguna explicación oficial de por medio, es imposible esperar que obras como las avenidas Costanera y Brea y Pariñas, puedan concluirse antes de fin de año. Lo mismo se puede decir del puente peatonal del mercado La Perla, paralizado completamente y particularmente de la emblemática avenida Pardo. Todo ha sido firma de contrato y colocación de la primera piedra. Nada más.
Así las cosas, ésta podría ser la primera vez que una ceremonia de relevo de alcaldes se realice en medio de tantas obligaciones pendientes y obras paralizadas. Después de todo, con tantas bombas de tiempo ¿para qué más bombardas?.