Fernando Zambrano – Analista Político
Déjense de estupideces. Los políticos saben que no existe ninguna posibilidad de hacer reformas electorales mayores. Me refiero a aquellas como la reelección parlamentaria, la bicameralidad, etc., pues requieren de ochenta y siete votos a favor y ratificación. Entiendo que quienes desean volver a postular tienen la legítima aspiración de volver a postular al mismo cargo o a un eventual Senado, pero, pisen tierra, eso no ocurrirá en este Congreso. No hay votos, entiendan.
A lo más se podrían realizar reformas de orden legal que no requieren de ochenta y siete votos o referéndum alguno. Por ejemplo, que se vuelva a entregar a las FFAA copia de las actas y planillones de electores, así como los votos emitidos en físico y el registro de votos electrónicos. O que la votación solo sea física, dejando de lado el cuestionado voto electrónico; dejar sin efecto las primarias, que a mi modo de ver es una estupidez. Estas y otras reformas legales no requieren reforma constitucional y hay votos suficientes para su aprobación.
Las primarias son una mala copia de un modelo como el norteamericano que solo tiene dos partidos y que en nuestro caso no sirve para nada. Ideal hubiera sido deshacer todos estos mecanismos electorales traficados por los “caviares” para debilitar el sistema de partidos políticos y nuestra democracia representativa. Su propósito siempre fue y será el mismo, mangonear la política desde la calle dejando de lado a los partidos políticos.
Así las cosas, que el adelanto de las elecciones sea para el 2024 o 2023 no implica de manera alguna, que en el primer supuesto se puedan hacer todas las reformas, como arguyen quienes se oponen a elecciones 2023, mientras que si las elecciones se realizan el 2023 no se puedan hacer reformas.
Es una falacia que en la mayoría de los casos encubre un interés crematístico. No quieren perder sus remuneraciones, gratificaciones y escolaridad. No se puede argumentar falazmente que las elecciones deben ser el 2024 porque se requieren reformas.
Por otro lado, hay otro sector que se opone a las elecciones de 2023 señalando que no se podrían inscribir nuevas organizaciones políticas. ¿No les basta con tener un país con más de dos docenas de partidos políticos y cientos de movimientos regionales? Es una locura. Cómo quieren que el pueblo vote responsablemente con tantos partidos y seudo partidos sin ninguna ideología que amalgame a su colectividad política.
El caso del Partido Aprista es un caso aparte, pues es un partido histórico que perdió la inscripción, pero también es cierto que solo está a la espera de la resolución que los vuelva a inscribir. Bastaría con que en la reforma legal que se haga se precise que aquellos partidos que están tramitando su inscripción y solo están a la espera de resolución pueden participar en el proceso electoral.
Pero en este caso debe haber otra reforma. No se puede a rajatabla eliminar la inscripción de cualquier partido por no haber llegado a un mínimo de votos en la elección. Otra creación caviar para suprimir a los partidos más sólidos y contrabandear en cada elección a mini partidos, con eventuales líderes que cambian de partido – o crean uno nuevo – en cada elección como cambiarse de camiseta.
Hay otro grupo que se opone a elecciones 2023 señalando que se haría con el mismo Padrón electoral, pues no podría actualizarse. Esto se corrige con una simple reforma legal que, dicho sea de paso, el JNE ya anunció que remitirá al Congreso. Propone que RENIEC remite al JNE todos los meses la actualización del Padrón Electoral.
Finalmente, otros plantean que no se debe ceder a la presión de la calle. Realmente este argumento es increíble. Muestra una tremenda miopía política de lo que viene ocurriendo en el país. Es que acaso no ven los noticieros.
No se está cediendo ante la calle, se está dando una salida, aunque parcial, a la crisis y con ello a todos aquellos peruanos que no están en la calle, que no les interesa la política. A aquellos peruanos que su único interés es llevar el pan a sus hijos, que sus hijos vivan en paz, que no se repita la historia de terror de hace unos años. Es un paso atrás para acomodarse y defender desde nuestras trincheras nuestro país, nuestra democracia y el derecho a vivir en paz de todos los peruanos.
El sólo plantear el adelanto de elecciones al 2023 desnudo a la izquierda, que hoy luce acorralada por haber votado en contra de una supuesta exigencia del pueblo del que tanto hablan, y le arrebató una bandera política. A esto en política se denomina efecto espejo y tiene por objetivo desestabilizar y neutralizar al enemigo, que en este caso es la izquierda azuzadora desde el Congreso.
En la mitología griega Perseo derrotó a Medusa – que con sus cabellos de serpientes petrificada a todo aquel que la mirase de frente – puliendo su escudo hasta dejarlo como un espejo, para luego acercarse a ella sin observarla directamente y haciendo que Medusa solo viera su reflejo en el escudo. Una vez cerca, sacó su espada y acabó con Medusa. Esta técnica poderosa se ha utilizado en la estrategia militar desde los tiempos de Sun-tzu y en nuestra época se utiliza en las campañas políticas.
El craso error o desinteligencia de un sector de la derecha de no aprobar las elecciones 2023 ha recolocado a Dina Boluarte, que hoy puede emplazar al Congreso con elecciones 2023, quitándole la bandera que pudo arrebatar el Congreso a la izquierda si algunos hubieran sino un poco inteligentes. Ahora el Congreso, disminuido, tiene la palabra.
Como diría Franklin Delano Roosevelt, “solo los idiotas no cambian”.