Editorial

EL CRIMINAL RUMBO JUVENIL

No cabe duda que el asesinato de la jovencita Anabel Segura López, de solo 18 años de edad, es uno de los hechos policiales que mayor conmoción ha provocado en los últimos años en la comunidad chimbotana.

Y ello no solo por la modalidad empleada por el asesino, quien la degolló cortándole el cuello con un vidrio, sino por la brutalidad y el ensañamiento que puso de manifiesto el criminal, quien no solo puso en evidencia un accionar demencial, sino que tras el asesinato arrastró el cuerpo de la joven y lo arrojó a un buzón de desagüe.

Quienes hemos podido observar las imágenes del hallazgo del cuerpo no hemos podido tolerar un cuadro aberrante como el que promovió el asesino de la joven, quien si bien es cierto dice haber ha actuado cegado por el alcohol, es evidente que no ha realizado actos fuera de su consciencia y conocimiento, por el contrario, ha tratado a la mujer como si fuera un animal y esto no puede permitirse.

Pero si el crimen por sí mismo nos provocó vomitivas reacciones, lo que se conocería horas después sería mucho peor pues la policía pudo descubrir rápidamente que el presunto autor de este horripilante crimen era un adolescente que apenas tiene 17 años de edad, quien fue el último individuo que salió de una discoteca con la joven.

Justamente, la labor policial se vio facilitada por la colaboración de los padres y la existencia de testigos que no se quedaron callados o se hicieron los desentendidos por miedo a las represalias, por el contrario, se fue armando la secuela de los hechos a partir de las manifestaciones de los deudos.

La madre y familiares de Anabel Segura señalaron que ella estaba en su domicilio hasta las 11.00 de la noche del pasado sábado 24 de junio cuando recibió la llamada de una mujer que la convenció que saliera de su domicilio para irse a una fiesta.

Este testimonio se vio reforzado con aquel que le brindó a la familia uno de los vigilantes de la Discoteca “Congas”, ubicada en el A.H. San Luis, un individuo que es amigo de la víctima y quien la vio llegar con otras personas y mantenerse en el lugar hasta las 3.00 de la madrugada cuando procedió a retirarse y le pidió que esperara que saliera de su trabajo para acompañarla a su domicilio, a lo que la joven no aceptó, sellando involuntariamente de esta manera su trágico destino.

Lo cierto es que la joven amaneció degollada en un buzón de desagüe y ese mismo domingo la Policía obtendría las imágenes que descubrieron al potencial homicida, un menor de 17 años que es el que estaba con la occisa y fue quien salió junto a ella con rumbo desconocido, tal como lo demuestran las cámaras de seguridad.

Ahora se sabe que el delincuente juvenil llevó a la menor hasta un inmueble abandonado en el A.H. Villa del Sur, buscaba aprovecharse de la inecuanimidad en la que se hallaba Anabel y, todo indica, trató de someterla sexualmente por la fuerza, generándose una pelea porque la joven se defendió y el sujeto rompió el vidrio de una ventana y con un trozo le cortó el cuello.

Parte de esta escenario ha sido ya admitido por el adolescente, desde un primer momento desde que llegó a la sede policíal y admitió que fue quien le cortó el cuello a Anabel pero trató de deslindar su responsabilidad bajo el risible argumento de la legitima defensa o el hecho fortuito, señalando que ambos estaban ebrios pelearon y que en el forcejeo ella misma se cortó el cuello.

En realidad este testimonio no ayuda en nada a la difícil condición jurídica del adolescente, por el contrario, ha dado lugar a que la autoridad judicial disponga su internamiento en el centro de rehabilitación de menores de Maranga, en Lima, más conocido como “Maranguita” hasta el cual fue llevado en medio de estrictas medidas de seguridad.

Justamente, esta medida se dictó luego que la población reaccionara con indignación contra la Policía y el Ministerio Público por haber permitido que este asesino juvenil llegue a la sede policial y se retire suelto de huesos ante la desesperación de los deudos de la joven que no entendían como ante tan grave hecho se proceda de esta manera.

Lo cierto es que el menor, una vez que fue identificado por la Policía, no recibió el tratamiento que corresponde a una persona de su edad, es decir, no se debió convocar a la fiscalía de turno sino a la Fiscalía de familia porque es esta dependencia la que tiene competencia respecto a estos casos.

Cuando el Fiscal de Familia recibió al detenido ya nada se podía hacer porque la Policía, lejos de detenerlo tras identificarlo, lo que hizo fue notificarlo para que se presente a dar su manifestación y su abogado, muy hábil por cierto, accedió a esta “invitación” y se presentó con el adolescente con la seguridad que ya no podría ser aprehendido.

Nadie podía impedirle al adolescente que se retire del recinto policial porque los efectivos actuaron con ineficiencia, equivocaron los caminos y dieron lugar a que los abogados ganen estas incidencias consagrando un clima de impunidad.

Afortunadamente, la reacción del Juzgado de Familia ha sido inmediata y ahora ya se tiene a este adolescente asesino en un centro de rehabilitación desde el cual seguiría con los trámites de la investigación iniciada en su contra, la cual debe concluir con una sentencia firme  categórica que responda a la naturaleza de los hechos.

Justamente, esta ansia de justicia, ésta desesperada demanda de castigar con todo el peso de la ley a quien había demostrado brutalidad y cobardía para con una mujer, dio lugar a una serie de enfrentamientos entre las familias, aun cuando se sabe que los deudos de Anabel tienen el respaldo de las mayorías en sus demandas a los magistrados.

Confiando que la justicia sabrá hacer su papel, lo que nos deja este aciago hecho policial es que hay menores de edad que sigue caminando y actuando a la deriva, que están confundidos  desorientados, que han dejado el correcto camino de progreso y desarrollo como proyecto personal para terminar en las garras de la corrupción. 

La abundante sangre que derramó Anabel Segura al sufrir el brutal ataque del adolescente, debe servir como ejemplo para que en el futuro otros menores no caigan en los mismos errores, esos que ha señalado, para infortunio de todos, el criminal rumbo juvenil que se ha encostrado en nuestra comunidad. La pelota está en la cancha de los jueces, son ellos los llamados a aplicar la ley con todo el rigor de la norma.