Editorial

EDITORIAL ::IMPREVISTO FINAL::

Cuando preparábamos nuestras actividades diarias, cuando muchos recién nos aprestábamos a tomar el desayuno y nos conectábamos con las primeras noticias por la radio o la televisión, un enlace de último minuto nos dejaba virtualmente congelados.

Y es que no solo se había dictado judicialmente una orden de detención preliminar contra el ex presidente de la república Alan García Pérez, como inicialmente se difundió, sino que se pudo conocer que éste había atentado contra su vida cuando un Fiscal y la Policía había acudido a su domicilio para cumplir con la orden de aprehensión.

Se afirma que hubo momentos que marcaron ese dramático momento, se reveló que el Fiscal actuó de manera ilegal al acercarse a la vivienda sin distintivos que lo identifiquen, sin mostrar alguna orden escrita, solo demandaba ingresar a la vivienda por que debería realizar una orden de allanamiento.

Este fiscal, que por extrañas razones no cumplía con la norma en lo que se refiere a sus distintivos de presentación, estaba acompañado por cinco agentes de la División de alta complejidad de la Policía Nacional (DIVIAC) una unidad que no está legamente autorizada para ejecutar una orden de detención de una persona, los abogados saben que quienes deberían haber acudido son los efectivos de la Policía Judicial.

No sabemos las razones por las cuales el Ministerio Público obró de esa manera, lo cierto es que la manera como ingresaron este Fiscal y los efectivos policiales dejaba demasiadas señales de una actuación abusiva o arbitraria, infundieron en el investigado los suficientes temores que habrían de llevarlo a ejecutar una decisión que estaba previamente planificada y que concilia con las posturas y expresiones de un hombre que ha dejado una enorme huella en la historia del país.

Alan García Pérez no solo ha sido dos veces presidente de la república, no solo es el líder por antonomasia del Partido Aprista Peruano después de su fundador Víctor Raúl Haya de la Torre, no solo eso, ha sido y representado la imagen de un hombre inteligente y brillante que era capaz de hacer delirar a las masas, un hombre que era dueño de una verborrea que no tiene precedente alguno en la historia política del país.

Al margen de los cuestionamientos que se le pueden endilgar en su trayectoria en la política nacional, se trataba de un hombre que ha escrito la historia del país a lo largo de cuatro décadas y un poco más, de allí que no estamos ante un político cualquiera que de la noche a la mañana decidió tomar una infeliz decisión de quitarse la vida.

Por ello sorprende que los noticiarios propalaban al promediar las 7.30 de la mañana del último miércoles que el ex presidente, ante la llegada abrupta y desconcertante de un Fiscal que no se identificó y de cinco policías que portaban un chaleco con la inscripción “detenido”, se encerró en su habitación y se descerrajó un disparo en el mentón ante la parsimonia e indolencia de un grupo de personas que no acataron sus propias normas y obligaciones que los debieron llevar a impedir que una persona que era aprehendida pueda dirigirse a un determinado lugar sin compañía como para evitar estos cuadros trágicos como el que ha enlutado al país en los albores de la semana santa.

Sin embargo, el fatídico desenlace nos decía que uno de los políticos más importantes del país, un ex Jefe de Estado agonizaba como consecuencia de una fatídica decisión de pegarse un tiro en la cabeza, en ese momento muchos entendíamos que había terminado el ciclo de Alan García, que no existía probabilidad que pudiera superar un cuadro tan violento e incomprensible.

Solo fue cuestión de horas para confirmar este desenlace fatídico, incluso, como para polemizar por la manera como se produjeron los hechos y la persistencia del aprismo por calificar y señalar a responsables en este penoso capítulo.

De allí que valdría preguntarnos en este momento ¿fue la decisión judicial de dictar una orden de detención preliminar de 10 días la que llevó a Alan García a dispararse en la cabeza? ¿Fue la persecución de la Fiscalía de llevarlo tras las rejas a pesar que no existía una prueba contundente que lo señale como parte de ese cúmulo de corrupción que se está poniendo al descubierto en el denominado caso “Lavajato”? ¿Es acaso que una orden de aprehensión puede llevar de pronto a una persona a decidir quitarse la vida para impedir que lo lleven a un presidio?

Puede que esto último haya formado parte de los factores que empujaron al ex presidente a tomar la fatal determinación de irse de este mundo, pues Alan García era un político soberbio que jamás aceptó una imputación, fue dueño de aquella muletilla de “otros se venden, yo no”.

El ex presidente era un personaje que jamás estuvo dispuesto a verse enmarrocado y con un chaleco con la inscripción de detenido como se estila hoy en la justicia de nuestro país, se percibió a leguas que se sentiría un hombre maltratado y humillado si llegaran a ese extremo cuando se debería resolver las pesquisas en su contra.

Sin embargo, quienes conocen al malogrado líder aprista, quienes han formado parte de ese entorno mucho más íntimo y personal saben y son conscientes que aquello que los peruanos de base cuatro y cinco siempre escuchamos cuando ejercía la primera magistratura del país, que era un paciente que arrastraba males depresivos ante los cuales debía medicarse a efectos de mantener un equilibrio emocional.

Su grandilocuencia, su gran inteligencia, su brillo en los estrados no sacaba ventaja alguna cuando habría de enfrentar a los descalabros de la patología que lo envolvió desde muy joven y que virtualmente marcó una desconocida parte de su existencia.

Entonces si partimos de ello y de un escenario cargado de acosos e inculpaciones ciertas o exageradas, entonces se puede entender y comprender como es que este hombre que derrochaba intelectualidad y superaba a muchos en agudeza y perspicacia, ha podido llegar a ese espacio de obnubilación que lleva a cualquiera a prescindir de los suyos, de sus correligionarios, de sus connacionales, para no reparar en jalar el gatillo.

Alan García ha muerto, con él se fue una parte de la historia de este país. Nuestras más sentidas condolencias a su familia, a sus partidarios y al país en general.