Editorial

Editorial: ::: EL VALOR DE UN GOBERNANTE :::

El día de hoy lunes 25 de mayo debería ser un día diferente para los peruanos, se suponía que finalizaba una prolongada cuarentena de poco más de dos meses y se reiniciaban las actividades de manera bastante restringida, pero sin aislamiento.

Por lo menos eso era la que se había adelantado hasta antes del último viernes, sin embargo, el presidente de la república y su consejo de ministros decidieron escuchar los consejos de los médicos y especialistas, y, ser leales a las cifras angustiosas, para nuestro sistema sanitario, de contagios y muertes que está dejando el COVID 19.

Por ello es que determinaron que el estado de emergencia nacional ya no se prolongue por dos semanas más como lo habían estado haciendo hasta la fecha, sino que se extienda por un mes más, hasta el 30 de junio, inclusive.

Es evidente que esta decisión guarda estrecha relación con la necesidad de proteger y preservar la vida y la salud de las personas, es una decisión sumamente difícil si nos atenemos a las condiciones económicas en la que se encuentran la mayoría de peruanos y el desastroso estado en el que están quedando las empresas que sustentan el aparato productivo del país.

Es la misma situación que se generó el 15 de marzo pasado cuando los peruanos nos sorprendimos al escuchar el nocturno mensaje dominical del presidente Martin Vizcarra Cornejo, quien decretaba el aislamiento social obligatorio frente a la pandemia del COVID 19 que para entonces apenas si se manifestaba en nuestro país y se extendía por todo el mundo.

Esa decisión, ciertamente peliaguda y complicada, estaba sustentada en las proyecciones sanitarias que habían realizado los expertos y que advertían que si no se reclutaba a los peruanos en sus domicilios, los niveles de contagios harían colapsar el precario sistema de salud y, entonces, la cifra de contagios y muertes llegaría a los niveles que se observa en los países europeos, en donde no se le dio la importancia inicial a la pandemia y establecieron la cuarentena solo cuando sus cifras ya desbordaban sus hospitales y centros de salud.

Si este virus era capaz de poner contra la pared a sistemas de salud ocho y hasta diez veces más avanzados que el nuestro, era evidente que en estos lares nos haría trizas si es que no se actuaba con premura.

Y fue el Perú uno de los primeros países del continente que cerró sus fronteras y que aisló de manera obligatoria a sus ciudadanos, cierto es que las cifras no lo ayudaron y parecen contradecir esa prudencia que se puso de manifiesto, empero, ello no tiene nada que ver con el rol que ha jugado el Gobierno en esta titánica lucha contra un enemigo invisible y asesino.

¿Como paralizar un país pobre y del tercer mundo? ¿Como apagar los motores de su actividad económica cuando no tenía una espalda financiera capaz de sostener el aislamiento absoluto?? ¿Como sostener a una masa de trabajadores que se quedaban sin poder hacer nada ante la emergencia? ¿Como enfrentar una crisis de este calibre con una ministra de economía sumamente joven y sin la experiencia de profesionales de vasta trayectoria?

Las respuestas son realmente complicadas, sin embargo, los conocedores de gestión dicen que los grandes estadistas y los mejores gerentes son los que toman decisiones, los que arriesgan en los momentos decisivos, los que no vacilan cuando las papas queman, los que saben que tienen que avanzar por el todo nada.

El presidente Martín Vizcarra apostó por lo más drástico, decidió encuartelar a su país para salvarlo de una muerte masiva. A estas alturas de la crisis sanitaria, a nadie le quepa duda que si el gobierno no tomaba esta decisión en estos momentos viviríamos una verdadera desgracia en el país.

Cierto es que muchos desfallecemos por la falta de recursos económicos, nos angustiamos porque no sabremos cómo superaremos las cuentas pendientes al cabo de la emergencia, por ello, ahora más que nunca, nos convencemos que hay que tener mucho de eso “que ponen las gallinas” para llevar al aislamiento prematuro a un país sin el respaldo económico como el nuestro.

Por ello es que, a pesar que muchos no podrán estar de acuerdo, no dejaremos de reconocer estas decisiones peliagudas y embarazosas, y, que millones de peruanos, al terminar esta pandemia en uno o dos años, sabrán decir! ¡Gracias presidente! por impedir una catástrofe en el país.

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