Opinión

EL SISTEMA INMUNE (II)

La semana pasada decía que el sistema inmune era un engranaje del organismo de una complejidad enorme pero con unas características espectaculares para proteger al ser de cualquier ataque exterior. Veíamos lo que era el sistema inmune innato, el primero en actuar en caso de invasión de algo extraño, seguido del sistema inmune adaptativo que es el que permanece en guardia guardando en el tiempo las características de aquel que en una ocasión nos atacó. Veíamos los dos tipos de linfocitos : T y B, así como la división de los T en : Citotóxicos (CD8) y los Helper (CD4). Estos últimos, tienen la propiedad de segregar una sustancia que sirve para activar todavía más a los macrófagos, a las células NK y a los citotóxicos. Pero además, activan directamente a los otros linfocitos, los B, que se encargarán de producir los anticuerpos específicos que se unen a la proteína del virus atacante, neutralizándolo. La gran ventaja del sistema inmune adaptativo es que guarda en su memoria a los patógenos con los que ya se enfrentó. O sea, se mantienen en guardia para reconocer inmediatamente al virus enemigo del que conoce sus características y darle respuesta rápida y eficaz, impidiendo que la enfermedad se desarrolle por segunda vez, o al menos sea más leve. En el caso del coronavirus SARS-CoV2, como se trata de un nuevo virus se sabe poco de las características específicas de nuestra respuesta inmune ante su presencia, por lo que hay dudas acerca de si es posible que personas recuperadas se vuelvan a infectar. Parece haber buenas noticias sobre este aspecto, pues estudios preliminares en primates sugieren que una vez recuperados de la primera infección no desarrollan la enfermedad nuevamente tras una siguiente exposición al virus. En estudios anteriores con el SARS, pariente cercano al SARS CoV 2, en ratones y personas recuperadas indican que existe memoria inmunológica que protege a largo plazo, aunque la intensidad de la respuesta en el caso del virus actual parece que la eficacia defensiva disminuye sensiblemente a partir del segundo mes de superación del contagio.

Aunque el sistema inmune es actualmente el arma más potente que conocemos para luchar contra el coronavirus se está llegando a conclusiones como que la severidad de la infección es de tal intensidad que llega a hacer trabajar al sistema inmune con demasiada intensidad, enloqueciéndolo. Esto en la práctica médica se conoce con el nombre de “tormenta de citoquinas”, que está ocurriendo en los casos más graves del COVID-19, debido a un aumento exagerado de las secreciones de sustancias inflamatorias (citoquinas) por parte de los defensores macrófagos. La excesiva cantidad de citoquinas es tóxica para nuestras células agravando el daño pulmonar. Y además, en estos casos el número de linfocitos disminuye drásticamente haciendo que la respuesta sea poco efectiva. Todo lo dicho servirá al lector para entender la intensa malignidad de este virus y por lo tanto la complejidad y dificultad que entraña combatirlo.

Como hemos visto, una parte de las defensas frente a las infecciones es la producción de anticuerpos que pueden ser de hasta ocho tipos diferentes, siendo en este caso, dos, los más relevantes. Los IgM que se producen durante la fase activa de la enfermedad y los IgG, que se producen más tarde y se mantienen en la memoria.

Estos anticuerpos son los que se miden en los llamados test rápidos y permiten saber, por una parte, si una persona está desarrollando una respuesta temprana y la infección está activa, que será cuando aparezcan IgM únicamente, y/o por otra parte, si ya ha pasado hace algún tiempo la enfermedad, que es cuando aparece positivo el IgG. El objetivo final de estas pruebas, cuya fiabilidad es muy relativa, más que servir para hacer un diagnóstico de enfermedad, (para eso están las pruebas serológicas, de carácter naso-faríngeo) deben servir para estimar estadísticamente cuántas personas se infectaron, o lo que es lo mismo, cuantas personas han desarrollado memoria y por lo tanto podrían estar protegidas. Así, cuando gran parte de la población tiene memoria sobre un patógeno concreto, se frena su transmisión con lo que se conoce como inmunidad colectiva, que se puede conseguir de dos maneras: de forma natural con la exposición de la población al virus patógeno, proceso muy lento que da como resultado un número mucho mayor de muertos, o de forma artificial vacunando a la mayoría de la población. Por eso hay tantas expectativas puestas en el desarrollo, lo más rápidamente posible, de una vacuna.

Actualmente hay miles de científicos trabajando en el desarrollo de esa vacuna que permita vencer al virus.

Moraleja: Ignorar la necesidad del oxígeno para vivir es de majaderos.

Así sea. El VIGÍA

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