Editorial

::: NUESTRA REALIDAD :::

Ante la mentada segunda ola de la pandemia del covid 19 en el país, el Gobierno ha decidido dictar nuevas medidas restrictivas en su decidido afán de contener el avance de los contagios y, consecuentemente, el incremento de fallecidos que a la fecha ya llega casi a los 40 mil.

Estas medidas están relacionadas con el tránsito de las personas y, por ende, con el objetivo de eliminar la posibilidad de reunirse o promover fiestas que representan un foco de infección, pues a pesar que se trata de un elemento de riesgo existen miles de personas que no dejan de lado estas malas costumbres,

Para ello ha decidido ampliar los horarios del aislamiento total, que no es otra cosa que el conocido toque de queda, el mismo que se inicia ahora a las 7.00 de la noche hasta las 4,00 de la madrugada del día siguiente, además de reponer la cuarentena dominical, es decir, la prohibición de tránsito vehicular y peatonal los días domingos.

Es evidente que el objetivo del gobierno es anular o diezmar la posibilidad que se realicen las llamadas fiestas covid, que se desvirtúe la oportunidad de promover reuniones familiares o amicales, la finalidad es cortar la cadena de contagios que ha llevado ya a nuestro país a una segunda ola de la pandemia como lo ha reconocido la ministra de salud.

Sin embargo, estas dos medidas se han aplicado a un grupo de regiones que han sido calificadas de alto riesgo, entre las que se encuentra nuestra región Ancash, consecuentemente, la mayoría de la población se perjudica por la irresponsabilidad de unos cuantos que, por su rebeldía ante las medidas de prevención, por mantener los malos hábitos y costumbres ante el régimen sanitario, nos condenan a todos a un periodo de restricciones que ciertamente resulta pernicioso.

Lamentablemente, esta es la realidad de Chimbote y Ancash, desde que se ha iniciado la emergencia se mantiene en una calificación de riesgo, hay que recordar que el año pasado nuestra provincia se mantuvo en cuarentena hasta por seis meses, primero como parte de la emergencia nacional y luego, cuando se iniciaron las fases de reanudación de actividades, como parte de una cuarentena focalizada que solo terminó el mes de setiembre.

Ahora que las estadísticas nos han llevado a concluir que estamos ante un rebrote de la enfermedad, nuevamente Chimbote y Ancash se ubican en una calificación de alto riesgo, nuevamente las actividades se ven perjudicadas por este escenario de contagios y muertes que crecen a diario, entonces, la autoridad de salud no puede sino recomendar que las restricciones de mayor envergadura se apliquen en nuestra región.

Hay que tener en cuenta que las fiestas de fin de año han contribuido a este clima de incertidumbre, no podemos soslayar que la Policía, la Municipalidad y el Ministerio Público han intervenido todas las semanas fiestas clandestinas, han intervenido a miles de jóvenes y adolescentes que participan de celebraciones sin medir las consecuencias, sin  portar mascarillas, sin cuidar la desinfección de las manos y menos aun el necesario distanciamiento como herramientas para desvirtuar una posibilidad de contagio.

No han entendido estos necios y mentecatos que ellos no son el problema, que ellos por su organismo juvenil y fortalecido, pueden ser asintomáticos que no muestran estragos de la enfermedad, pero son los agentes que trasladan ese virus a sus domicilios, a sus barrios, a todos los lugares en donde derraman las gotícolas de un asesino invisible que atacará a quienes son vulnerables, a sus parientes adultos mayores, a sus amigos y colegas con patologías que reducen la fortaleza de sus organismos y los hacen frágiles a los efectos del Covid 19.

Este prontuario de intervenciones ha dado lugar a registros de aumento de casos positivos que ha motivado que nuestra región aparezca en el mapa nacional como una zona de muy alto riesgo, consecuentemente, las medidas más estrictas y rigurosas serán siempre para todos nosotros.

Habrá que fajarse y seguir poniendo buena cara a este pésimo tiempo, los controles de las autoridades no han alcanzado para detener la vorágine de la irresponsabilidad de la gente, por ello ahora tendremos menos horas para trabajar, para salir a comprar y hasta para tomar nuevos aires.

Esta es nuestra realidad, aceptémosla y sigamos bregando porque aquellos que nos han sumido en este régimen restrictivo tomen conciencia de las secuelas de su irresponsabilidad, que cambien de actitud y se sumen a los esfuerzos de quienes buscamos la manera de reducir cifras y de colocar a nuestra ciudad en un estándar que no resulte perjudicial. Esto es posible de lograr, solo se necesita voluntad y sacrificio.