Editorial

::: EL BANCO DE LA PASIÓN :::

Sin duda uno de los espectáculos más denigrantes que  podemos observar en Chimbote  y que trae a nuestra memoria aquella antigua película “Mendigar o Morir”, es el que ofrecen a diario, y en plena vía pública, los usuarios del Banco de la Nación.

Miles de personas humildes que viven en condición de pobreza y pobreza extrema, tienen que formar enormes colas  que se prolongan hasta lo inimaginable para cobrar un bono o recibir el modesto pago que se otorga a los beneficiarios de diversos programas sociales.

La atención que brinda el Banco de la Nación a estos usuarios, la misma que desde buen tiempo deja muchísimo qué desear, ha empeorado en estos días a niveles extremos  y, por supuesto, inaceptables.

Nadie puede negar  que frente a esta eventualidad la capacidad de atención del banco del Estado  haya colapsado por completo. Y ha colapsado porque todo parece indicar que la institución nunca previó ni ésta ni en otras circunstancias. Para decirlo explícitamente, a los funcionarios del banco jamás se les ocurrió la necesidad de contar con un plan de contingencia para casos como éste.

Cuando la demanda de atención se desbordó, el Banco de la Nación siguió actuando como si nada pasara. Mientras los usuarios tenían que pasar días y noches enteras haciendo cola a la intemperie, el horario de atención al público siguió siendo el  de costumbre, y lo mismo sucedió con el número de empleados que atienden en  ventanilla.  ¿A tanto puede llegar la indolencia de nuestra burocracia?

Si, como ha quedado demostrado, el Banco de la Nación  no es capaz de enfrentar esta situación a pesar de todos los recursos humanos y tecnológicos que posee, ¿por qué no considera la posibilidad de establecer alianzas estratégicas con los bancos privados? ¿por qué se acude a este tipo de alianza solo en el  caso represivo llamado Infocor?. ¿Nunca ha pasado por sus mentes ese don llamado solidaridad?

Desde nuestro modesto entender, para eso están  justamente la Superintendencia de Banca y Seguros y por supuesto la Asociación de Bancos, ASBANC. No puede ser que la condición humana no signifique nada para estas instituciones y que solo prime el interés comercial.

Por lo demás, pedir que personal del banco acuda al domicilio de los interesados para entregar su dinero, sería utópico y hasta riesgoso. Eso no funcionó con la entrega de bonos a cargo de los carritos pagadores.

Lo que sí podría funcionar es la ampliación del horario de atención, por ejemplo, a partir de las 06.00 de la mañana, y eventualmente atender los días domingo. Por lo menos mientras subsista la situación de emergencia.

Se acepta que estemos enfrentando una guerra contra un enemigo común, pero eso no significa que tengamos que enfrentarnos entre nosotros mismos.

El espectáculo que más de los días ofrecen los usuarios del Banco de la Nación, ahora llamado por el ingenio popular “el banco de la pasión”,  debe terminar cuanto antes por ser algo que humilla y hiere la dignidad nacional.