Opinión

LA ESTRATEGIA SOCIALISTA DE LA “NUEVA IZQUIERDA”

Por: Mg. Miguel Koo Vargas (*)

Comprender el génesis de la estrategia socialista requiere no pocos artículos para demostrar por qué históricamente y sociológicamente resulta nociva para un país como el Perú, que tiene alrededor, ejemplos claros de accidentados y fracasados gobiernos de este tipo como la Argentina de los Kirchner, la Bolivia de Evo, el Chile de Bachelet, ni qué decir, la Venezuela de los dictadores Chávez y Maduro.

En un mundo donde el capitalismo se ha abierto paso en múltiples economías de occidente, surgen nuevas contracorrientes de pensamiento como el post-marxismo de Ernesto Laclau y Chantal Mouffe que proponen una mejora del marxismo tradicional, para adecuarlo teórica y estratégicamente a este nuevo mundo globalizado. A través de la obra Hegemonía y estrategia socialista, Laclau y Mouffe establecen una modificación del concepto “clase social” que definía Marx como el proletariado o la clase obrera. Esta modificación pasa por una construcción discursiva de los sujetos, en otros términos, afirman que los discursos ideológicos pueden dar origen a nuevos agentes revolucionarios. Para ello, es necesario crear y difundir relatos que produzcan conflictos funcionales a favor de la izquierda, de ahí que el concepto de hegemonía es clave en este proceso, porque unifica las fuerzas sociales que son diferentes entre sí, para hacer frente a un enemigo común como puede ser el gobierno de turno.

La estrategia socialista de la “Nueva Izquierda”, en términos simples, pasa por reagrupar las demandas individuales de pequeños grupos sociales que carecen de fuerza hegemónica para derribar todo aquello que represente una idea contraria a sus valores o principios, sin que estos sean necesariamente de naturaleza económica. Por ejemplo: el feminismo, las comunidades LGTBI+, los pro abortistas, etc. en contra de la Iglesia o del Estado. ¿Cuándo se logra una fuerza hegemónica? Cuando una fuerza o movimiento político empieza a posicionar sus ideas y convence a estos grupos de formar una coalición de reciprocidad bajo un discurso de revolución democrática, la “justicia social” y la lucha por una aparente equidad de derechos.

Cuando escuchamos a los candidatos que representan este tipo de ideologías en el Perú, es común encontrarnos con propuestas que reflejan el espejismo de esa justicia social del denominado post-marxismo como los bonos universales para acabar con la pobreza, las expropiaciones ilícitas a empresas privadas o los subsidios a la población, todo a costa de que la deuda pública y el déficit fiscal aumenten en detrimento del Estado. Tampoco es novedad que dentro de sus planes se haga especial énfasis en establecer y fomentar ideologías que contribuyen a la que dominó el papa Juan Pablo II como la “cultura de la muerte”, como puede ser la despenalización del aborto, el mal llamado “matrimonio gay”, la eutanasia, entre otras.

Esta estrategia de la “Nueva Izquierda” es solo la punta de un iceberg, pues obedece a un plan mayor, a un nuevo orden mundial que la élite globalista, desde hace décadas, viene promoviendo a través de regímenes socialistas y golpes de Estados financiados en Latinoamérica. Este plan encubierto tiene como objetivo establecer un control hegemónico absoluto en todas las sociedades del mundo, en otras palabras, crear una sociedad dependiente, acabar con la libertad religiosa, establecer nuevos parámetros relativistas carentes de toda moral y ética, con tal de manipular cada vez más y mejor a los ciudadanos.

Destruir la economía, por ejemplo, es una de sus tácticas principales, pues al tener una nación quebrada, rápidamente se convierte esta en blanco de prestamistas internacionales y fondos financieros que ofrecen sus servicios para endeudar al país a cambio de favores futuros como la promulgación o modificación de leyes, es decir, convertirlo en un país empeñado al mejor postor. En ese sentido, la pandemia del covid-19 ha generado un campo de ensayo interesante para este nuevo orden, con tácticas que van desde la prolongación injustificada de la cuarentena en algunos sectores, hasta los ensayos ideológicos de género como dejar salir a la calle en días determinados a hombres y mujeres.

Para poder establecer un nuevo régimen en el país, hace falta llegar a la cima del poder y diversificarse en todos los aparatos del Estado, por ejemplo: tomar la educación en las escuelas y en las universidades, establecer alianzas con empresas, quitar de en medio a la Iglesia atentando contra la libertad de culto, etc. No es ninguna novedad que, regresando a la propuesta de los candidatos que encarnan estas corrientes de pensamiento, percibamos un inquietante deseo de cambiar la Constitución, insertar ideologías de corte “progre” en las agendas educativas o promover las falacias populistas de tipo económico como los bonos universales.

¿Podrán existir las coincidencias en países latinoamericanos como Argentina, Ecuador, Chile, Bolivia, Uruguay, Cuba y Venezuela que han sufrido gobiernos socialistas en la última década? ¿Por qué el Perú estaría exento de correr semejante suerte? ¿No tiene nada que decirnos el éxodo de venezolanos en nuestro país que ya concentra aproximadamente a un millón de refugiados?

Juzgue usted mismo ante las evidencias, analice el panorama electoral y refresque su memoria antes de emitir su voto, teniendo en cuenta los acontecimientos históricos que nos han llevado a ser un país que, al día de hoy, tiene todavía al 20.5% de su población en situación de pobreza, según datos del Instituto Nacional de Estadística e Informática (INEI). La decisión está en sus manos.

(*) Analista y asesor de Comunicaciones