Editorial

::: ¿OTROS CUATRO AÑOS PERDIDOS? :::

Se ha cumplido exactamente un mes desde que el ingeniero Henry Borja Cruzado asumió oficialmente el cargo de gobernador encargado y hasta este momento no se aprecia mayor indicio  de los cambios que ofreció poner en marcha. En comparación no solo con la gestión de Juan Carlos Morillo sino también con las demás gestiones anteriores, se puede decir que nada o casi nada está cambiando. Ha transcurrido ya más de la mitad de esta gestión y todo parece indicar que los ancashinos vamos a tener otros cuatro años perdidos.

Algunos aspectos puntuales, que saltan a la vista, nos permiten arribar  a esta decepcionante conclusión. Primero, el cuadro de personal de confianza del que se ha rodeado el ingeniero Henry Borja Cruzado, es en gran medida el mismo que rodeó a Juan Carlos Morillo Ulloa.  Las mismas caras con diferente careta.

Algunos directores regionales recientemente nombrados, han pertenecido a gestiones anteriores y llevan sobre sus espaldas el peso de numerosos cuestionamientos  que jamás han podido descargar.

No nos explicamos dónde quedó la promesa que hizo el ingeniero Borja a las pocas horas de recibir la credencial del Jurado Nacional de Elecciones. Al menos aún suena en nuestros oídos el compromiso que se hizo a sí mismo de convocar a los mejores técnicos y profesionales de la región.

En este mismo espacio, le advertimos que para hacer realidad tan solemne compromiso no bastaba con tener en cuenta el título profesional y la experiencia de los convocados, sino  más bien su capacidad moral.  Pero todo parece indica que la atención del gobernador encargado ha dado un giro de 180 grados y por ahora su interés está centrado en otros aspectos. El hermoso ramillete de  promesas, ha quedado convertido en palabras marchitas. Al menos  hasta este momento.

Segundo. Otra prueba de que seguimos bailando con la misma chola, es la continuidad  de una órbita de operadores y contratistas que giran en torno a la gestión regional y que vienen a ser  algo así como los “caseritos” de siempre. Nadie se explica por qué  todas las gestiones tienen que seguir acudiendo a ellos. ¿Acaso no existen en Ancash otras empresas competentes y solventes?.

En más de una oportunidad, la Contraloría General de la República ha descubierto que estos contratistas son expertos en cambiar la razón social de sus empresas, y más expertos aún  en formar nuevos consorcios según la ocasión. Pero para conseguir esta gracia necesitan jugar en pared con la gente “de adentro” asegurándose así la obtención de una o más licitaciones, favor que por supuesto no es gratuito. Por si fuera poco, muchos de ellos aparecen detrás de obras abandonadas y paralizadas hace 10 ó 12 años.

En tales condiciones, difícilmente se puede dar por aceptada la idea que exista una voluntad de cambio al interior del Gobierno Regional de Ancash. Mientras la gente no cambie, nada habrá cambiado.

Otro asunto que preocupa a la población es la falta de señales de vida del Comando  Covid de Ancash, que nadie sabe a ciencia cierta si continúa funcionando o no. De acuerdo con la norma legal de su creación, el comando es una instancia técnica y especializada encargada de dirigir la lucha contra la pandemia, por lo tanto debe estar presidida por un profesional en medicina epidemiológica.

Si este comando hubiera funcionado desde un primer momento, no hubieran ocurrido los actos de corrupción en  hospitales de Chimbote y Huaraz. Hecho que por desgracia mantiene a Ancash en situación de alerta extrema y han conducido a Juan Carlos Morillo a una prisión de Huaraz.

Falta exactamente veintidós meses para que concluya la actual gestión regional y el panorama que tenemos por delante sigue siendo desalentador. No hay nada por parte del gobierno regional que nos  aliente a confiar en que las cosas van a mejorar.

Cuatro años bien aprovechados pueden ser la clave para conseguir una gran transformación, pero cuatro años perdidos, como  parece ser el caso de Ancash, será motivo de una nueva frustración. Una lástima.