Editorial

::: CUIDADO, AÚN NO SE PUEDE CANTAR VICTORIA :::

Después de cuatro semanas, que se han pasado volando, a partir del próximo lunes los chimbotanos vamos a poder  reiniciar algunas actividades de las tantas  que fueron suspendidas como consecuencia de la segunda ola del covid-19.

Pero, cuidado,  eso no significa que ya hemos vuelto a la normalidad y que a partir del lunes vamos a poder hacer todo lo que se nos antoje. Definitivamente, no. Pues eso, aunque nos duela aceptarlo, equivaldría a  repetir lo mismo que sucedió antes de la última celebración de navidad y año nuevo.

Sobre el particular, hay algo que debe quedar muy en claro. El levantamiento de ciertas restricciones que ha dispuesto el gobierno, responde a la necesidad imperiosa de reactivad algunas actividades y servicios, los mismos que a su vez van a permitir reactivar la economía de la población, particularmente de aquella que viene soportando en silencio el mayor peso de la crisis.

Dentro de este rubro de reactivación están los restaurantes, centros comerciales, peluquerías, transporte interprovincial, entre otros, actividades que dan ocupación a un significativo 40 por ciento de la población económicamente activa.

En el caso específico de Chimbote, hablamos de por lo menos 20 mil familias de modesta condición, que desde hace un año no tienen  acceso a otras alternativas laborales. Estas familias tienen que afrontar un verdadero calvario para poder sobrevivir día a día.  Para colmo, muchas de ellas ni siquiera han tenido la suerte de ser beneficiadas con un bono.

En consecuencia, de lo que se trata, hoy más que nunca, es de asumir las cosas con la más absoluta responsabilidad. Solo así tendremos la seguridad de no volver a caer en la desagradable  experiencia del último fin de año. El alto precio del desborde y de los excesos que se produjo  en las calles de Chimbote en aquella  oportunidad, se ha traducido en más de 5 mil contagios y 300 fallecimientos, que se han registrado solo en enero y febrero del presente año.

La responsabilidad de descartar que se repita semejante riesgo, recae una vez más en la Policía Nacional y en la Marina de Guerra del Perú.  Pero, fundamentalmente, la primera institución que deberá salir al frente es la Municipalidad Provincial del Santa, en su condición de dueña de casa.

La forma cómo se controle el comercio formal e informal, el transporte urbano y la seguridad ciudadana, dependerá de los planes de contingencia que suponemos  la comuna provincial ya debe tener en cartera. Lo sucedido en diciembre último, por ejemplo a lo largo de la avenida Pardo y en los alrededores del Mercado Modelo, deben servir de experiencia  para no tropezar de nuevo con la misma piedra. Los problemas ya conocidos, se resuelven antes, no después.

Es de suponer asimismo que las fuerzas del orden deberán multiplicarse para frenar la perniciosa costumbre de realizar fiestas y reuniones en espacios abiertos y cerrados. Ha quedado demostrado hasta la saciedad que las aglomeraciones, así tengan como escenario un mismo domicilio, no dejan de ser activos focos de propagación.

Pero si de alguna manera estas prohibiciones generan un inevitable sentimiento de resignación, no por eso vamos a sucumbir ante el pesimismo.

Científicamente está comprobado que el virus que nos ataca aún no tiene cura y que la única barrera para evitar que se propague será cuando el 80 por ciento de la población  haya sido vacunada. En otras palabras, aún no podemos cantar victoria. Pero eso jamás puede significar que estemos vencidos.

Sacudirnos de esta amenaza tal vez no sea fácil ni algo que se logre de un día para otro. Quizá vamos a necesitar de un tiempo suplementario. Pero al final, este partido tenemos que ganarlo. De eso estamos completamente seguros.