Editorial

::: IMPERDONABLE INGRATITUD :::

Cierto. Los verdaderos amigos se ven en la cárcel, en el hospital y en el cementerio. Nos referimos, desde luego, a aquellas personas cuya lealtad va más allá del simple compañerismo. Hablamos del amigo leal y sincero, aquel que te tiende la mano sin pedir nada a cambio y que, después de haber compartido toda una vida, al final te acompaña a la tumba. Ha sido el fallecimiento del obispo emérito de Chimbote,  monseñor Luis Bambarén Gastelumendi, el acontecimiento que nos ha conducido a esta dolorosa pero inevitable reflexión. Así como todavía existen falsos profetas, no llama la atención que también existan falsos amigos.

Con la sola excepción del alcalde de Nuevo Chimbote, Domingo Caldas Egúsquiza, y del jefe de la división policial, coronel PNP Jorge Cotito Huallanca, ninguna otra autoridad, ni local ni regional, asistió a las exequias que se celebraron el sábado último en la Catedral de Chimbote en homenaje a  monseñor Bambarén. Tampoco tuvieron la gentileza de, por lo menos, hacerse representar.

La misma señal vino de parte de empresarios y representantes de instituciones, muchos de los cuales acudieron en vida al obispo de Chimbote cada vez que querían entrevistarse con algún ministro o algún alto funcionario del gobierno central. También ellos brillaron por su ausencia.

Para decirlo en pocas palabras, monseñor Bambarén no mereció semejante desaire. El haber dedicado veintisiete años de su vida a fortalecer la fe y la espiritualidad de Chimbote y haber sido asimismo un referente de la escena nacional durante los últimos cincuenta años, no lo hacen acreedor de esta imperdonable muestra de ingratitud.

Aún después de su muerte, monseñor Bambarén nos acaba de enseñar la enorme diferencia que existe entre quienes ocupan un cargo en forma circunstancial y quienes realmente merecen ocuparlo. Eso explica porqué en este momento no existen líderes, ni en Chimbote, ni en la región.

Ante este escenario, consideramos que el mejor homenaje que podemos ofrecer a la memoria de monseñor Bambarén es resaltar algunos pasajes de su vida, uno de los cuales tiene que ver, precisamente, con su ingreso a una prisión. Ocurrió el 4 de mayo de 1971, hace cincuenta años, cuando se desempeñaba como obispo auxiliar de Lima.

Ese año, miles de familias invadieron los extensos arenales de Pamplona, ubicados al sur de Lima, en procura de un terreno de vivienda y, como era de esperarse, las fuerzas del orden se aprestaban a iniciar el desalojo en cualquier momento. Monseñor Bambarén no dudó un solo instante en acudir al llamado de las familias y celebró una misa de campaña en medio de los arenales, lo que evitó el desalojo.

La reacción del entonces ministro del interior, el temible general Armando Artola Azcárate, no se hizo esperar. Dando un golpe de puño sobre su escritorio ordenó “en este momento me encierran a ese cura comunista”.

Ese mismo día, el gobierno militar destituyó al ministro Artola y suspendió la orden de desalojo. Por su parte, al momento de abandonar la cárcel, monseñor Bambarén recibió el título de Obispo de los Pueblos Jóvenes, como muestra espontánea del cariño popular. Hoy los arenales de Pamplona se han convertido en el pujante distrito de Villa El Salvador.

En setiembre de 1985, siendo obispo de Chimbote, monseñor Bambarén escribió otra hermosa jornada de fe y manifestación popular. Fue con motivo de hacer realidad su proyecto de convertir el cerro de Chimbote en un lugar de peregrinación. Veinticinco mil jóvenes formaron una cadena humana que ascendía desde uno de los patios de Siderperú, hasta la misma cumbre del cerro. Esa cadena humana se encargó de transportar, mano a mano, ladrillos y demás materiales que hicieron posible la construcción de la Cruz de la Paz y del Templo Señor de la Vida. En virtud de esta demostración de fe y esperanza, este lugar fue bautizado como Cerro de la Juventud.

Otra de las facetas que monseñor Bambarén nos ha dejado como enseñanza, fue su extraordinaria capacidad para mediar y solucionar conflictos sociales. Luego de agotadoras negociaciones, que terminaban con la solución de los conflictos, los mismos dirigentes, con una sonrisa a flor de labios, admitían que el obispo de Chimbote era el único capaz de sentar en una misma mesa a perro, pericote y gato, Muchas huelgas de pescadores y trabajadores siderúrgicos, llegaron a su fin en la mesa de trabajo de monseñor Bambarén.

Hace veinte años, cuando se inauguró la Catedral de Chimbote, monseñor Bambarén anunció que ya tenía reservada una cripta en este templo para cuando tenga que ser sepultado. Su voluntad se ha cumplido. Lealtad con lealtad se corresponde.